Tratándose de Trump
El periodismo socialdemócrata no esquivó la palabra «atentado», pero enseguida la convirtió en «asesinato frustrado»
Lo sorprendente del atentado contra Donald Trump es que no ha sido un atentado. Para que lo fuera, debería haber muerto o, al menos, estar entre la vida y la muerte, sin saber si sobreviviría, durante cierto tiempo, y, en este caso, sobrevivir sin secuelas incapacitantes (como Alejo VidalQuadras, un suponer, aunque no como Salman Rushdie, y no por el parche en el ojo, aun tratándose de Trump, sino por un antagonismo obvio y seguramente recíproco).
El caso es que a Trump no fue preciso trasladarle urgentemente a un hospital, al contrario que al primer ministro de Eslovaquia, por reciente ejemplo, tras ser tiroteado el pasado 15 de mayo y operado de urgencia porque «su vida está en peligro», según dijo aquel mismo día el ministro de Defensa, Robert Kalinak. Y tampoco murió en el acto, Trump, al contrario que la exdiputada ucraniana Irina Farion, por más reciente ejemplo, que ha muerto este viernes tras recibir un disparo en la cabeza, según el alcalde de Lviv, Andrii Sadovii, que ha confirmado el asesinato y, rareza de adjetivación, lo ha calificado de «audaz y descarado». A propósito de rarezas: cuando ese atentado contra Robert Fico, primer ministro eslovaco, el ministro Kalinak no solo informó de que su estado era «extremadamente grave» y que la operación era «muy complicada», sino que concluyó: «Todos rezamos para que la buena constitución del primer ministro y la medicina moderna hagan su trabajo», lo cual, sin duda, le habría chisporroteado a Ferlosio en los oídos como un cortocircuito al igual que le chisporroteó antaño aquella otra declaración leída en el diario
Pueblo: «Quiso la suerte que Dios nos ayudase», digna de exclamar «¡O Dios o la suerte!» y origen del pecio Azar y providencia. Pues lo mismo al ministro: o la fe («todos rezamos») o la ciencia («la medicina moderna»).
Es verdad que el periodismo socialdemócrata no esquivó la palabra «atentado», pero enseguida la convirtió en «asesinato frustrado», si bien para decir que no se puede minimizar ni relativizar, que es tanto como sugerir «aun tratándose de Trump». De hecho, si hubiera sido contra Joe Biden, ¿habría hablado de «asesinato frustrado», o de «magnicidio frustrado»? ¿Y habría dicho lo mismo respecto a minimizar y relativizar? Tanto «minimizar»como «relativizar» tienen una palabra en común: «importancia». Si minimizar es «quitar importancia», relativizar es «atenuar su importancia». Es decir, se daba por hecho que el público socialdemócrata tendería a minimizarlo y relativizarlo, si su periodismo debió advertirle de que no lo hiciera. En cuanto al periodismo de corte conservador, aunque le moviera la buena fe, dudó entre considerar «leve» la herida o el atentado, y optó finalmente por el milagro: «Donald Trump salva milagrosamente la vida en un intento de atentado». Hay que fijarse un poco: no «un atentado fallido (o frustrado)», sino «un intento de atentado». Y si algún periodismo cuya naturaleza no sea totalmente socialdemócrata ni totalmente conservadora hubiera querido
Es lo que ocurre con las ideologías ultra: nadie quiere que existan, pero tampoco nadie aplaudiría su eliminación
afinar el tiro (con perdón) y presentar el caso tal que así: «Trump, a punto de morir en un mitin», las preguntas se las habría ganado: ¿Morir de qué?, ¿de una caída desde el estrado?, ¿de un ataque cardiaco?, ¿de un golpe de calor?, ¿de lo suyo?
Pero hay una pregunta más: ¿el que la bala dirigida a Trump no le matara ni le hiriera gravemente, sino que le rebanara parte de la oreja derecha, es decir, el hecho de que saliera ileso (más o menos, más o menos: la sangre ahí debe de ser abundante y la sutura no tuvo que ser fácil ni rápida), hasta el punto de acudir al día siguiente a un acto, él y su venda en la oreja, es atenuante para la consideración de atentado, o sea, resta al atentado magnitud de atentado, quedándose en algo así como un gaje del oficio (que bien pudiera ser, por cierto, si tropieza al subir a la tribuna, cae de bruces y se rompe la nariz, por ejemplo)? En fin, a ver si lo que al principio era aparentemente un atentado, incluso para el New York Times, al final va a ser eso: aparentemente, un atentado.
Pero es lo que ocurre con las ideologías ultra (y da igual si de derecha o de izquierda, cuando se trata de casos así): nadie quiere que existan, pero tampoco nadie aplaudiría su eliminación. La democracia es tan amplia como higiénica, y no solo hay cabida en ella para todos sino que también se encarga ella misma de ir fagocitando o expulsando los elementos patógenos o extraños. Aun tratándose de Trump.n