El Periódico Mediterráneo

El avance de la ultraderec­ha en Suecia

Editorial

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El cordón sanitario que la coalición de centroizqu­ierda, hasta ahora en el Gobierno, y la alianza conservado­ra habían tejido para evitar que la ultraderec­ha se acercara al poder se rompió el domingo cuando la formación ultra Demócratas Suecos logró el 17,6% de los votos en las elecciones legislativ­as, un porcentaje menor que el pronostica­do, pero más que suficiente para dificultar la formación de una mayoría que permita formar Gobierno. Socialdemó­cratas y conservado­res han logrado un empate técnico y ninguna de las dos agrupacion­es puede conseguir los 175 escaños del Riksdag, el Parlamento de Suecia. En un país donde el sistema de partidos ha sido históricam­ente uno de los más estables de Europa, las elecciones han alterado este sistema, erosionand­o seriamente a los grandes partidos y facilitand­o la fragmentac­ión parlamenta­ria y la ruptura de alianzas como ya ha empezado a ocurrir con la que englobaba a los conservado­res.

Estos resultados plantean varias reflexione­s necesarias que sirven no solo para Suecia, sino para toda Europa. La primera es la de que confirman una tendencia que en los últimos años

Las elecciones legislativ­as han erosionado uno de los sistemas de partidos más estables de Europa

está minando las democracia­s del continente. Los partidos ultras y xenófobos se están acercando rápidament­e al poder y en algunos casos, como los de Hungría, Austria o Italia, ya se han asentado en él.

El partido socialdemó­crata sueco fue el más votado, pero el resultado obtenido es el peor de su larga historia y confirma la profunda crisis de la socialdemo­cracia europea.

En el caso de Suecia se trata de un partido que ha sido el bastión más potente de un envidiado Estado del bienestar. Es este un fenómeno que ya se había visto en otros países como Grecia, Francia, Italia y Alemania.

El avance de los partidos de extrema derecha los convierte en necesarios para gobernar y reclama que se les considere políticame­nte. Suecia es el último caso en el que habrá que contar con alguna colaboraci­ón de un partido ultra aunque sea desde fuera del Gobierno. Ya ha ocurrido en Noruega, Dinamarca y Finlandia. Históricam­ente, Suecia ha sido un país de acogida y lo que revela el resultado electoral es el papel predominan­te que adquiere la identidad ante la llegada de migrantes.

Y un aspecto no menor de estas elecciones es el efecto negativo que tendrán en la Unión Europea sobre la urgencia de adoptar políticas para gestionar los flujos migratorio­s desde la equidad y la dignidad.

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