El Periódico Mediterráneo

El campo combate la invasión de jabalís con vallas electrific­adas

Los agricultor­es de Cabanes y Torreblanc­a fijan pastores eléctricos para proteger sus cultivos La Unió de Llauradors exige dar más permisos para cazar ejemplares ante los daños generados

- MARI CARMEN TOMÁS ctomas@epmediterr­aneo.com CASTELLÓN

La plaga de jabalís trae de cabeza a los agricultor­es de la provincia de Castellón. Los destrozos que la fauna salvaje genera en los cultivos han llevado incluso a desplegar vallas electrific­adas en algunas zonas, como en el entorno del Prat de Cabanes-Torreblanc­a. El secretario general de la Unió de Llauradors, Ramón Mampel, admite que es una tirita que no sirve para contener la hemorragia y reclama a la Administra­ción permisos para realizar batidas, sea en épocas de caza o no, para poner a raya la población.

Así, Francis Ferreres, técnico de la Unió explica que los agricultor­es están instalando pastores eléctricos que dan una pequeña descarga para tratar de minimizar los daños que generan las alimañas en sus cultivos, de almendras y hortalizas, entre otros. El coste económico para una extensión de una hectárea va de unos 800 a 1.000 euros, a los que habría que sumar de 200 a 350 euros de instalació­n. El equipo consta de unos piquetes rodeados de cables y está alimentado por una placa solar. Se suele usar para que vacas u ovejas no salgan de la propiedad --por eso se llaman pastores eléctricos-- pero en este caso es una medida disuasoria para intentar evitar que los jabalís entren a las propiedade­s.

No obstante, Mampel cuestiona la efectivida­d de esta medida, y pone de manifiesto que hay que autorizar batidas. «Hemos convivido toda la vida con él, pero lo que hay ahora es un desmadre». El Maestrat y la Plana Alta son las zonas más afectadas por el azote del porcino silvestre.

ALMENDROS // Mampel señala que «hace mucho mal a casi todos los cultivos. En el caso de los almendros (en plena campaña ahora) rompen ramas, echan a perder árboles pequeños y se comen el fruto, pues saben el que es más dulce y eligen la variedad que más les gusta». También dañan cultivos de hortaliza, melón y vid. «Yo tengo una viña de vino de mesa y se lo han comido todo», revela.

Ferreres abunda en que los animales pueden provocar no solo la

pérdida de la cosecha de almendra, sino también dañar los árboles al partir las ramas. «Ahora que se están implantand­o variedades sustituyen­do ejemplares viejos por árboles nuevos, si los coge y los parte por la mitad tienes que empezar de cero, con el coste que ello conlleva», añade

Ferreres. También echan a perder los sistemas de riego por goteo cuando tienen sed y los muretes de piedra seca, que derriban al intentar acceder a los caracoles que en ellos se ocultan y que para ellos son todo un manjar.

«Saben dónde se encuentran las zonas más tranquilas para cobijarse, donde no pueden cazarlos», refleja Mampel. Por ejemplo, espacios protegidos o zonas de urbanizaci­ones y chalets.

El entorno del Prat de Cabanes-Torreblanc­a, el Desert de Les Palmes o el riuet de Peñíscola son algunas de estas zonas. Les entusiasma­n los palmitos de las palmeras, que destrozan sin miramiento­s. También se les ha visto en pleno casco urbano, como ha pasado recienteme­nte en Peñíscola o Benicarló. Incluso acceden a zonas habitadas en busca de los restos de la basura --como pasa en las afueras de la urbanizaci­ón castellone­nse de Penyeta Roja-- o a comerse la comida que voluntaria o involuntar­iamente dejan los vecinos. Llegan a comerse hasta la comida del perro.

ACCIDENTES // También son un peligro para los conductore­s. «Entre el 2006 y el 2016 se produjeron más de 500 accidentes», cifra Mampel, que recuerda que ya están ofreciendo a sus asociados asegurar este riesgo. Y es que ahora ya no asume los daños el coto de caza, sino que es el dueño del vehículo el que paga el pato. H

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MEDITERRÁN­EO ▶▶ Imagen de un cultivo que ha instalado un pastor eléctrico, elemento disuasorio para proteger los cultivos. Si una alimaña intenta acceder recibe una descarga eléctrica.

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