¿A quién le resulta raro el asunto de los másters?

Carta al director

A final de los años 50, solo tres chavales afortunados salimos de la escuela del pueblo para ir a estudiar Bachillerato. Una parte del resto siguió con el maestro, y otra tuvo que ir al campo a trabajar con su familia. Con el desarrollo económico y a partir de los años 70, hubo un gran esfuerzo en la extensión de la educación en el país, tanto desde los poderes públicos, como desde el ámbito familiar: los padres querían que sus hijos pudiesen alcanzar lo que ellos no habían tenido.

Y después de 40 años, alcanzado el objetivo de la cantidad, no ha sido lo mismo con la calidad de la enseñanza. Se ha confundido el gran lema de que nadie se quede atrás por motivos económicos, con que todos lleguen a la universidad a cualquier precio, tengan o no capacidad para ello.

Desde la baja consideración de la formación profesional y los oficios, pasando por el pintoresco cambio de nombre de los aparejadores y peritos industriales por el de arquitectos e ingenieros técnicos, continuando por las competitivas respuestas al reto de la masificación del alumnado, hasta llegar a una universidad endogámica, con falta de recursos, en medio de grandes cambios sociales y tecnológicos, y una competencia brutal tanto en la vida laboral como política.

Visto lo cual, y en una sociedad donde el «¿qué hay de lo mío?» se encuentra en todos los niveles, ¿a quién le resulta raro y extraño todo este polémico asunto reciente de los famosos másters? Otra cosa es que le pongamos remedio. H Anastasio López