La adoración eucarística
cabamos de comenzar un nuevo curso pastoral centrado en la eucaristía, fuente, centro y cima de la vida y misión de la Iglesia, de nuestras parroquias y de cada cristiano. La celebración del 125 aniversario de la sección de la Adoración Nocturna Española de Artana nos ofrece la oportunidad y nos pide hablar de la adoración eucarística.
Después de un tiempo de malentendidos, en nuestra Iglesia diocesana se va recuperando la adoración eucarística personal y comunitaria. Durante la reforma litúrgica, a menudo la misa y la adoración eucarística se vieron como opuestas entre sí; según algunos, el pan eucarístico nos lo habrían dado no para ser contemplado, sino para ser comido; su reserva en el Sagrario era sólo para ser llevado a los enfermos, no para ser adorado. En la celebración de la eucaristía, el pan y el vino se convierten por las palabras de la consagración en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Él se nos da en comida en la comunión y el se queda permanentemente presente en la sagrada forma. En la comunión, Él mismo
Ase nos da en comida para unirse a nosotros, para atraernos hacía sí, para transformarnos en él. Este encuentro nuestro con el Señor, esta unión y unificación con Cristo solo puede realizarse en adoración. Recibir la eucaristía significa adorar a aquel a quien recibimos; es decir, reconocer que Dios es nuestro Señor, que él nos señala el camino que debemos tomar, que solo vivimos bien si seguimos el camino indicado por él.
Busquemos estar con el Señor, presente realmente en la Eucaristía, en el sagrario. Permaneciendo ante él en adoración y contemplación, disfrutamos de su trato personal, nos dejamos empapar y modelar por su amor, le abrimos nuestro corazón, le rogamos por nuestra Iglesia, por su unidad, vida y misión, por los sacerdotes y las vocaciones al sacerdocio, o le pedimos por la paz, la justicia y la salvación del mundo. H *Obispo de Segorbe-Castellón
Recibir la eucaristía quiere decir reconocer que solo vivimos bien si seguimos el camino indicado por Dios