El trasfondo social del confinamiento
En plena época de rebrotes y con el debate sobre las mascarillas en boca de todos, en la Comunitat Valenciana estas continúan siendo no obligatorias para uso continuo y los pocos brotes que han aparecido hasta el momento se encuentran controlados. Mientras, en otras zonas como es el caso de Lleida, el confinamiento ha aflorado la emergencia social de los temporeros, que es muy anterior al coronavirus. Las condiciones insalubres en las que muchos se ven obligados a subsistir han sido denunciadas en reiteradas ocasiones por entidades y sindicatos. Su situación ha saltado a la actualidad al estar vinculada a algunos de los rebrotes del virus. No solo en la comarca del Segrià, también en Aragón, Murcia y en otros países europeos, los mataderos y las explotaciones agroalimentarias y hortofrutícolas se han relacionado con los rebrotes.
Como animales. Así describen su situación algunos temporeros. Hacinados en pisos, en garajes, en granjas abandonadas o en la misma calle, muchas veces sin acceso a la electricidad ni al agua corriente. Es ilusorio pretender el control de la pandemia cuando estas personas se ven obligadas a trabajar sin distancia social, muchos sin mascarillas, y durmiendo en lugares sin un mínimo de garantías higiénicas. Ahora, la necesidad de frenar la pandemia convierte en urgente las medidas que deberían haberse tomado hace mucho. Los temporeros son imprescindibles para las campañas de recolección agrícola. Su situación de explotación y miseria profunda es un fracaso colectivo. Una vergüenza a la que ahora se suma el estigma de verse señalados por algunos como culpables del contagio y no como las víctimas que son.