El Periódico Mediterráneo

Hamilton se impone en un accidentad­o GP de Estiria

- MIGUEL MARTÍNEZ BARCELONA

Nada que ver con la trepidante primera carrera del año una semana atrás en el mismo circuito Red Bull Ring, ni rastro de la tremenda jornada de clasificac­ión del sábado en la segunda cita en Austria. El Gran Premio de Estiria rozó el tedio, como casi siempre ocurre cuando Lewis Hamilton arranca desde la pole. El hexacampeó­n se manejó como suele, sin errores, consistent­e, impecable, para anotarse la victoria número 85, a seis del récord de Michael Schumacher.

Max Verstappen nunca pudo con él. El piloto holandés siempre puso el ojo en Valteri Bottas con el segundo Mercedes, que acabó superándol­e. Una mala parada en boxes estropeó el domingo a Carlos Sainz —noveno y vuelta rápida en carrera—, mientras que la colisión de los Ferrari acabó por encender todas las alarmas de crisis en Maranello.

Leclerc arrancaba decimocuar­to, cuatro puestos por detrás de Vettel, y los dos se encontraro­n en la frenada de la primera curva. El monegasco intentó colarse de forma optimista por dentro y el alemán ni pudo, ni quiso darle espacio. La colisión entre los Ferrari forzó un doble abandono en la carrera. Terrible. Otro espectácul­o lamentable de la escudería, solo tres carreras después del sonrojo por otra colisión entre ambos en el GP de Brasil, el penúltimo gran premio del pasado año.

HHay gente que no tiene pueblo, pero no hay que ensañarse con ellos: es una desgracia cualquiera como no tener ni puta idea de fútbol, hablar demasiado alto o nacer con los pies planos. En mi pueblo, que se llama Rodenas, la comisión de fiestas prepara de vez en cuando camisetas conmemorat­ivas. Siempre aparece algún forastero, algún novio de alguien o algún amigacho de otros que quiere quedar bien y lo ves apoyado en la barra del bar comprando con febril entusiasmo y al por mayor.

Empieza por la camiseta y termina con el kit completo, que incluye sombrero de paja, llavero, macuto y, aunque ni siquiera fume, catorce mecheros. Al forastero hay que quererlo porque quiere sentirse integrado y en realidad consigue el efecto contrario. En realidad lo único que consigue es que los demás lo miremos, neguemos con

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