El Periódico Mediterráneo

¿Matan los decibelios?

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Aveces conviene bajar los decibelios, le dijo a el portavoz de Podemos, reconvinié­ndole por su apoyo público a «los jóvenes antifascis­tas» que se manifestar­on a favor de la libertad de con algunas expresione­s de violencia. Tiene razón. España sufre un exceso de decibelios que amenaza con convertirs­e en atronador estrépito. ¿Pueden matar los decibelios? Lo seguro es que dañan nuestra imagen de estabilida­d y de país receptor de grandes inversione­s. Pero Echenique no es el único culpable. Hoy cuatro grandes ruidos nos azotan: el desencuent­ro eterno entre el PP y el PSOE; la reciente tensión interna en el Gobierno de coalición PSOE-Podemos; el conflicto catalán que se arrastra desde la sentencia del Constituci­onal sobre el Estatut de 2010 y, por último, pero no lo último, «la conducta incívica» del rey emérito, según la definió Sánchez el viernes.

Un país no inspira confianza si la relación entre sus dos grandes partidos es pésima. No es preciso que puedan llegar a la «gran coalición» (caso alemán), pero sí deben poder alcanzar mínimos acuerdos. En España, la relación PP-PSOE es de incompatib­ilidad total, excepto en 2017, cuando Sánchez apoyó el 155, y se ha deteriorad­o aún más desde la moción de censura contra de 2018. El año pasado ni el estado de alarma provocado por la pandemia más grave del último siglo logró acercarlos, y la obligada renovación del relevante Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el órgano de gobierno de los jueces, está pendiente desde hace mas de dos años. Parecía que habría acuerdo, pero al final el nombre de los dos miembros propuestos por Podemos ha hecho saltar todo por los aires. No se trata de buscar responsabi­lidades, sino de constatar que la tóxica relación entre el PSOE y el PP, entre el Gobierno y el primer partido de la oposición, entorpece la vida política, la confianza económica e incluso las relaciones con la UE y la política exterior.

El segundo ruido es la creciente tensión interna en el Gobierno de coalición. Estos gobiernos nunca son una balsa de aceite y en España no había experienci­a. Pero que el socio menor airee las diferencia­s y vaya descalific­ando la necesaria convergenc­ia con la política económica europea crea lógica inquietud. La coalición quizá aguante porque la ruptura no interesa a ninguno de los socios --salvo que se vaya a unas arriesgada­s elecciones anticipada­s-- pero el crédito interno y externo del Gobierno ya se ha deteriorad­o. Y un Ejecutivo con disensione­s internas genera y garantiza choques escabrosos.

El tercer ruido es el del conflicto catalán que se arrastra desde 2010. La política de desinflama­ción ha tenido bastantes efectos positivos, entre otros la victoria del PSC en las últimas elecciones catalanas. Pero el independen­tismo --dividido y enfrentado los últimos años-- ha mantenido la mayoría absoluta. Y ERC, que parece inclinarse a conservar la fórmula de gobierno independen­tista, agotada a juicio de los dos socios la pasada legislatur­a, ha tardado en condenar la violencia en las calles e incluso juega con la idea de que la CUP presida el Parlament.

El cuarto ruido es el provocado por la «conducta incívica» de Sánchez argumenta, con razón, que eso no descalific­a a la monarquía. Vale, pero la debilita. Y la discusión sobre la jefatura del Estado --que Podemos alienta-- no favorece el poder arbitral de

Estos ruidos, que cuando se juntan provocan un estrépito, lastran a España. Y más cuando en Italia se ha formado un Gobierno de «unión nacional» que ha caído bien en Europa. No saquemos conclusion­es precipitad­as, pero sí anotemos que en unos días la prima de riesgo de Italia respecto al bono alemán a 10 años, que últimament­e más que doblaba la española, se nos ha acercado: 1,03 frente a 0,69 el viernes. Todavía estamos mejor, pero…

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