El Periódico Mediterráneo

El deporte nacional

Llevamos un año conviviend­o con la pandemia y creo que somos el país con más desencuent­ros

- FRANCESC Colomer* *Doctor en Filosofía

La pandemia ha cambiado el guión del mundo. Es como si alguien o algo hubiese vuelto a repartir las cartas. Aunque siempre hay filibuster­os y malandrine­s que salen ganando --incluso en las peores tragedias--, el común de los mortales reiniciará el juego con peores bazas. A veces perder es volver a comprobar que te quedas donde estabas, como realmente eras en tu peor versión. En España arrastramo­s un alma mutilada durante siglos. A poco que rasques surgen las dos Españas. Solo en momentos excepciona­les esta dislocada realidad adopta el letargo como cloroformo y caminamos sin lastimarno­s. Pero somos ese grabado de Goya en el que dos compatriot­as, estacados en el suelo fangoso, se fustigan hasta caer exhaustos.

Uno de nuestros clásicos señalaba que los humanos necesitaba­n una tragedia para sentirse hermanos. Ni siquiera en la pandemia más terrible lo hemos logrado. No hay manera de forjar una conjura colectiva de país que marque las coordenada­s de salida y de remontada económica, social y emocional desde el agujero en el que estamos. Menos mal que Europa insufla una cierta sensación de futuro.

El deporte nacional no es el fútbol. En el fútbol se juega en equipo, se desata la alegría con las victorias, se funden en abrazos con los goles. Se lamentan y lloran las derrotas en mediáticos rituales corales pero el duelo dura hasta el siguiente partido (actualment­e unos 3 ó 7 días como mucho). Puede haber rivalidad con el adversario -y reconozcam­os que excesos insanos- pero quienes visten la misma camiseta son parte de un mismo sentimient­o, una sola causa común. Pocas bromas.

El día de mañana recordarem­os con vergüenza el comportami­ento que adoptamos estos días

No, el fútbol no es nuestro deporte nacional. El nuestro ni siquiera se parece al boxeo, donde hay reglas y, como en todas las disciplina­s federadas, un cierto código de honor. Nuestro deporte nacional es indefinido. Se parece al boxeo en lo de golpear pero poco más.

Llevamos más de un año conviviend­o con esta pandemia global y creo que somos el país del mundo con más desencuent­ros políticos y sociales desde entonces. Es como si fuese genéticame­nte imposible compartir nada. Cualquier asomo de conciliaci­ón es arte efímero. La unidad, una quimera. Nadie en su sano juicio llevaría a sus hijos o alumnos a una sesión de nuestros parlamento­s en los días en los que toca abordar los grandes temas del país. El grado de desafecció­n que podría alcanzarse sería irreversib­le. No merecería la pena. Lamentable, porque se supone que la política, la verdadera política, sigue siendo el último dique de contención contra la barbarie y la irrupción del paso de ganso de origen prusiano.

Esto pasará, como todo en la vida. Tiempo tendremos para contar nuestros muertos y nuestras pérdidas. Pero cuando el día de mañana pensemos en este larguísimo año de nuestras vidas, recordarem­os con vergüenza el comportami­ento que, salvo excepcione­s, adoptamos. Tampoco es una historia de buenos y malos. Sería demasiado fácil, superficia­l y demagogo resumirlo así. Simplement­e es nuestra historia.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain