Vacaciones en Netflix
Vallés*
Quién no desearía trabajar en Netflix, sobre todo cuando se entere de que ni los trabajadores ni sus jefes controlan las vacaciones que se toman los empleados. Cada cual decide en qué momento necesita un día, una semana o un mes de descanso. No tienen que dar explicaciones, y la plataforma considera que se ha beneficiado de esta laxitud. A cambio, porque nada sale gratis, la empresa despide anualmente a 1 de cada 12 integrantes de su plantilla, un porcentaje de depuración que seguramente obliga a replantearse a más de uno la urgencia de cogerse unos días de asueto.
El factótum de Netflix ha resumido el espíritu de su gestión en Aquí no hay Reglas. El libro disparará de nuevo las ansias de incorporarse a la empresa, porque uno de los principios seguidos a rajatabla por Reed Hastings consiste en «proponer sueldos muy por encima del mercado». Solo contrata a presuntas estrellas, que no necesitan aprobación para sus gastos o sus desplazamientos. A cambio, que nadie espere encontrarse con la imagen romanticona más manoseada por los gurús del management y despreciada en una plataforma que funciona con el espíritu de una plantilla de deportistas profesionales.
Los trabajadores de Netflix no solo tienen el derecho, sino también la obligación de llevar la contraria a sus jefes. Cuando uno de sus subordinados en la plataforma olvidó esta cláusula y escogió la adulación, Hastings le reprendió recordándole: «Tu trabajo no es tomar la decisión que contará con mi aprobación, no estás autorizado a dejarme estrellar esta empresa contra un muro».
Un entorno pétreo, un recordatorio de que el trabajo es un lujo porque sobran empleados y siempre faltan espectadores de Netflix, que deberían cobrar según se está demostrando en la ruina del fútbol a estadio vacío. Y quienes consideren excesivo el aparcamiento de «los protocolos humanos de la cortesía», tienen derecho a discrepar, siempre que sean ejecutivos que han disparado la cotización de sus empresas d* Pee urnioodais5ta00 euros por acción.