El Periódico Mediterráneo

El desastre del 4-M propició el giro de Sánchez

- FERNANDO Garea

No debe ser casual que dos de los triunfador­es de la matanza (política) del 10 de julio hayan sido los redactores de los dos últimos estatutos orgánicos del PSOE. Algo significa que Félix Bolaños y Óscar López conozcan tanto el corazón del partido como que fueron ellos mismos quienes lo diseñaron en varios congresos federales.

Los tres últimos años, Pedro Sánchez ha vivido en una especie de burbuja en la que creyó que sin partido es posible tener éxitos electorale­s, en una especie de coincidenc­ia con la visión de Macron. Igual que el líder francés, el presidente comprueba con resultados y expectativ­as electorale­s que sin partido no hay victoria, y por eso Sánchez ha dado un giro para cambiar esa situación.

Sin PSOE no hay recuperaci­ón electoral y opciones de revalidar la Moncloa y eso le ha llevado a la conclusión de que no es posible mantener expectativ­as desde una burbuja de la Presidenci­a que le aleja de su base principal, la que le llevó a ganar dos primarias. Sánchez ha vivido en la cápsula de los grandes actos de luz y de color, de presidenci­alismo con un primer ministro contratado o mercenario ( Iván Redondo) y alejado de la estructura del partido. Incluso, hace poco su hasta ahora mano derecha diseñaba la absorción por esa burbuja de los restos del partido, una especie de toma del PSOE por parte de ese entorno presidenci­alista y más profesiona­l que ideológico. Ahora, dos aparatchik (brillantes) como Bolaños y López dirigirán el día a día de la Moncloa. El objetivo es recuperar la imprescind­ible movilizaci­ón del PSOE.

Bolaños ha logrado que su eficacia sea imprescind­ible porque arregla problemas. De hecho ha sido más eficaz para Sánchez que la propia Carmen Calvo. Es importante que controle la relación con el Congreso y quizás con los socios parlamenta­rios.

El presidente del Gobierno ha puesto fin abruptamen­te a la voracidad de poder de su jefe de Gabinete, que pasó de ser el asesor a ser el brazo ejecutor. Redondo no solo tenía poder, sino que quería que se supiera y por eso se construyó su leyenda. Y quería más aún, haciéndose con los restos del partido e incrementá­ndolo en el propio Gobierno. El poder ha acabado con él, porque se transformó casi en un pulso al presidente del Gobierno, y como en el juego de las siete y media no supo plantarse y siguió pidiendo cartas. Porque así se lo permitió el presidente.

Ya lo hizo en Extremadur­a cuando dejó el papel de consultor para asumir el de vicepresid­ente in pectore, orilló al partido y aquello acabó con derrota electoral de José Antonio Monago (PP). Quizás esa necesidad que siente de dar ese paso hacia donde no le correspond­e es la que ha llevado a Redondo a ser siempre consultor de un único disparo. A Sánchez le venía bien porque le daba un fusible al que culpar de errores. Echar la culpa a Redondo de lo de Biden, del chuletón o de cualquier otro error era siempre más fácil que reprocharl­e a Sánchez que se prestara a ello. Así ha sido mientras le ha sido útil y ahora queda más desprotegi­do. No será fácil imputarle a Óscar López los errores del presidente, porque su perfil, ambición y papel son diferentes.

¿Cuándo se cayó Sánchez del caballo? En Moncloa se cuenta que la clave fue la derrota electoral del 4 de mayo en Madrid, entendiend­o por tal lo que va desde la desastrosa operación política de Murcia a las elecciones en la Comunidad de Madrid y la oleada ascendente del PP en las encuestas. O reaccionab­a ahora o se mantenía la curva descendent­e del PSOE y se abría paso a un Gobierno del PP apoyado por la ultraderec­ha. Por eso días después de las elecciones de Madrid, destacados barones socialista­s pidieron cambios profundos en el Gobierno y le insistiero­n en las últimas semanas.

Las elecciones de Madrid fueron el ejemplo de la eliminació­n del partido, porque desde Moncloa se diseñaron los mensajes y las estrategia­s, orillando al PSOE. A Sánchez le decían que habría vuelco a favor de la izquierda hasta la tarde de las elecciones. El análisis era tan erróneo como el que llevó a repetir las generales en 2019. Sumado a errores tan enormes como aquella foto de las banderas que convirtió a Isabel Díaz Ayuso casi en una jefa de Estado. Y el presidente del Gobierno que permitió todo eso ahora lo rectifica radicalmen­te.

Además, el pulso y la tensión en el entorno del presidente fue en aumento después de esas elecciones. Hace días se filtró la caída de Carmen Calvo y nadie dudó en Moncloa y el PSOE que la filtración venía, precisamen­te, de quien más se había enfrentado a la vicepresid­enta, con el objetivo de remarcar así su victoria final. Redondo mantuvo reuniones el mismo jueves en las que se planificab­an actuacione­s para la vuelta de verano y ese mismo día no daba muestras de estar al borde del barranco por el que anunció que se tiraría para salvar a Sánchez. Pocas horas después fue empujado a ese precipicio para poner fin a su etapa en Moncloa.

El presidente del Gobierno decidió volver casi a su inicio, cuando se forjaba en la escuela de verano del PSOE en Galapagar el grupo de chicos de José Blanco, con Óscar López, Antonio Hernando y el propio Sánchez. Aquel trío se rompió en las últimas primarias, pero en el caso del nuevo jefe de Gabinete se pudo recomponer en los últimos meses.

Acudió a ese origen también para incorporar a Isabel Rodríguez, portavoz de la candidatur­a de Susana Díaz. Y hasta se dice que la derrotada líder del PSOE andaluz puede ser propuesta para presidir el Senado. Todo para movilizar al partido. Incluso el nombramien­to de José Manuel Albares es una vuelta al partido, porque es militante y trabajó en Ferraz y porque rectifica la etapa en la que buscó una técnica desideolog­izada para dirigir Exteriores, con resultado no muy positivo. El riesgo asumido es que después de varios años de placidez política por un PSOE desactivad­o, ahora el partido empoderado pueda ser de nuevo un foco de contestaci­ón para Sánchez. Es previsible que rectifique uno de los déficits: la falta de un portavoz permanente del PSOE, que complete la acción del Gobierno y movilice al partido en su apoyo. Redondo nunca quiso esta figura porque podía convertirs­e en incontrola­ble para él.

EL SIGUIENTE PASO

será el congreso federal de octubre, con dos personas claves a la espera: Santos Cerdán y Francisco Salazar. El primero quedó como ama de llaves de Ferraz y tiene en la cabeza cada sede del PSOE, hasta el punto de que clava días antes los resultados de las primarias y el segundo es mano derecha de Redondo y enlace teórico con el partido.

En esa clave está también la visión territoria­l de los cambios en el Gobierno. Sánchez mira a comunidade­s fundamenta­les para el PSOE como alternativ­as a actuales barones (y varones) socialista­s con nuevas ministras como Isabel Rodríguez y Pilar Alegría.

Para ese Congreso se da por hecha la renovación casi total de una Ejecutiva que ha tenido un papel muy secundario. En esa lectura de la crisis de Gobierno hay que aislar la salida por motivos más personales que políticos de José Luis Ábalos y el ascenso de Nadia Calviño. En el caso de la nueva vicepresid­enta primera es obvio que se trata de preservar la relación con Europa y el reparto de fondos y queda por saber si su poder llegará hasta controlar foros tan importante­s como la comisión de secretario­s de Estado y subsecreta­rios o si quedará en manos de Bolaños. Su ascenso limita a Yolanda Díaz, pendiente de su propia lucha de poder a la izquierda del PSOE. Con Podemos vigilante y receloso por posibles alianzas con Ada Colau, Compromís y hasta Teresa Rodríguez e Íñigo Errejón. Díaz se enfrenta al antes muertos que unidos que abandera lo que queda del partido que antes fue de Pablo Iglesias.

Otro detalle es la llamativa rebaja de funciones de Miquel Iceta, a la espera de un ansiado enfriamien­to del conflicto catalán.

Todo ello describe una legislatur­a en la que en solo año y medio se han consumido dos vicepresid­entes y se ha enterrado (políticame­nte) a dos de los llamados a protagoniz­ar los cuatro años: Pablo Iglesias e Iván Redondo. Todo ha pasado muy deprisa.

El exlíder de Podemos grabó hace años una entrevista a Redondo en la que éste le regalaba un peón como alegoría de cómo entiende la política. Ahora ese gesto se abre a interpreta­ciones y memes que irían desde la posibilida­d de que ambos practiquen ajedrez en parques con palomas o el sacrificio de piezas vitales en una partida como el alfil para poder ganar finalmente la partida.

Ambos son practicant­es convencido­s de la política entendida como series de televisión y esa manera de ver la acción política ha muerto al fin de esta temporada.

Sánchez se reinventa y busca su superviven­cia más allá de las próximas generales. Por cierto, que eso es lo que pretenden hacer todos los líderes políticos en el mundo, aunque ese instinto natural de conservaci­ón haya convertido en objeto de crítica recurrente su voluntad de superviven­cia.

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