Restricciones y pasos atrás
Las medidas para hacer frente a la pandemia siempre han implicado una tensión entre las necesidades sanitarias urgentes, la vitalidad de la economía y el mantenimiento de los derechos y libertades. Hemos asistido a un equilibrio inestable entre la salvaguarda de la salud y la imprescindible, por muchos motivos, reactivación social, desde el primer estado de alarma, que unificaba criterios, hasta la asunción de distintas medidas, asimétricas, en función de la afectación de cada comunidad. El inusitado, y en parte inesperado, aumento de los parámetros que nos permiten calibrar el alcance de la crisis en esta quinta ola provoca nuevas restricciones que generan dudas y rechazos entre la ciudadanía y los sectores afectados. Algunas voces abogan por la reinstauración de un toque de queda, tal y como ha implantado el Gobierno valenciano en 32 municipios con el visto bueno de la justicia, porque así, al menos, queda clara una restricción explícita, y no las recomendaciones hasta ahora conocidas, en especial las que se refieren a conciertos o fiestas mayores. Ante la explosión de casos, mayoritariamente entre los jóvenes, se imponen medidas difíciles de gestionar, pero seguramente imprescindibles. No se trata de establecer consejos paternalistas (como el de seguir usando la mascarilla para hacer visible la presencia del virus), sino de actuar con determinación (volver a la mascarilla obligatoria) y aprendiendo de los errores recientes. En otras latitudes, la situación es también preocupante y con respuestas variables. Mientras que Boris Johnson, en el Reino Unido, sigue abogando por una reapertura casi total el 19 de julio, en Francia se plantea un dilema: convertir el pasaporte covid, que tenía que funcionar como salvoconducto para viajar, en un carnet para «favorecer la vacunación», necesario para buena parte de la interacción social.