Juegos de lenguaje
El lenguaje es todopoderoso; nos hace reír, llorar, enfadar, amar, perdonar, ofender, enardecer, etc. Dicen que el mundo fue creado utilizando el lenguaje: hágase la luz y la luz se hizo, según el Génesis. Y así, a golpe de palabra, fue evolucionando. Otra cosa es que lo utilicemos correctamente y en momentos oportunos. (Advierto que el título nada tiene que ver con el de Wittgenstein).
Ayer leía un diálogo entre dos genios: Einstein y Chaplin, un científico y un cómico. Sería por los años treinta cuando en el estreno de Luces de la ciudad coincidieron en el acto estas dos figuras extraordinarias: científico uno, cómico el otro. Albert Einstein abrió el diálogo: «Lo que he admirado siempre de usted», le dijo, «es que su arte es universal: todo el mundo le comprende y le admira». Chaplin, con toda naturalidad, respondió: «Lo suyo es mucho más digno de res
peto, Albert: todo el mundo le admira y casi nadie le entiende».
El lenguaje tiene estas cosas, facilita el entendimiento entre las personas o, con su mal uso, puede obstaculizar la comprensión. Y ese es un asunto cotidiano, que, aunque el refrán lo afirma, no es del todo cierto que las palabras se las lleva el viento: algunas quedan para siempre. Y si no que se lo digan a los políticos; «maldita hemeroteca», suele decirse. Algunas palabras, como las mentiras, tienen las patas cortas y las pilla la memoria de los que las han oído.
Me encanta escuchar palabras bien dichas, con rigor y, a veces, con belleza. Pero me repugna oír ese lenguaje mordaz, ofensivo o cuando menos, sucio o malsonante, al que, de manera general, se le denomina coprolalia. No me gustan los tacos (¡los de jamón, sí!).
¿No podríamos hablar mejor…?