Eurocopa: lagunas políticas
Ha finalizado una Eurocopa singular y extraña (la edición de 2020 que se ha celebrado en 2021, repartida en distintas sedes del continente), con un alto nivel futbolístico, y con el merecido triunfo de la selección italiana, que ha sido el equipo que más ha apostado por un fútbol creativo, en contra incluso de su larga tradición conservadora. Y con la sorpresa de una España rejuvenecida y al ataque, con grandes expectativas para el Mundial de Qatar.
Más allá de lo estrictamente deportivo, la Eurocopa se ha distinguido por las reivindicaciones a favor de la diversidad y en contra del racismo y la homofobia, pero asimismo por episodios tan lamentables como la negativa de la UEFA (con una política más de escaparate que real) a iluminar el estadio del Bayern de Múnich, en un partido oficial, con los colores LGTBI+. También se han dado otras circunstancias conflictivas, como la masiva presencia de aficionados en las gradas (principalmente en Hungría y en Wembley), un aspecto duramente criticado por la OMS en pleno auge de la pandemia, y el tono agresivo de personajes como Boris Johnson, inflamado hasta el extremo de un arcaico patriotismo inglés. Las reacciones violentas de los hooligans contra los jugadores negros de Inglaterra que fallaron los penaltis es otra mancha en el expediente de un torneo en el que el fútbol no «volvió a casa» sino que viajó, de la mano de Vianci y una escuadra modélica, a Roma.