Internet se revela como el altavoz del descontento de los cubanos
Las redes sociales han viralizado un malestar que hasta hace unos años no salía de la esfera privada El uso de teléfonos inteligentes es mayoritario en el país y el servicio de la red digital se ha ampliado
Beatriz Batista se filmó caminando en medio de los gritos. «He vivido los momentos más impactantes de toda mi vida», escribió sobre las protestas del 11 de julio en Facebook. El cantante de reggaeton Yomil documentó su participación. A Real Flöw Queen, nombre imaginario de un joven estudiante, recurrió a la misma red para mostrar otras manifestaciones. «Esto se va a poner fula [feo] hoy. Estoy grabando y ya hay 8.178 personas viéndolo. Pero esto debe ser pacífico, caballeros», dice Elizabeth mientras transmite en tiempo real en una red social.
Los usuarios no dicen frente a los micrófonos nada antes escuchado. Tampoco los jóvenes que ocupan las calles. El punto de inflexión es tecnológico y no discursivo. Las movilizaciones contra el Gobierno de Manuel Díaz Canel no pueden explicarse sin el grado de instantaneidad que permiten las plataformas digitales. La esfera virtual canaliza un descontento que años atrás no tenía cabida en la sociedad civil. Cada manifestante es, a la vez, una cámara, como ha ocurrido en otras crisis internacionales. Esas herramientas han encendido una luz de alarma después de los episodios del 11 de julio, hasta el punto de que el presidente se quejó del papel que juegan youtubers e influencers como propagadores del descontento.
En la era analógica, los acontecimientos políticos o sociales que la prensa oficial no revelaba, tenían el correlato urbano del rumor callejero, la «radio bemba [boca]», que se iba distorsionando hasta distanciarse del mensaje original. El teléfono móvil cambia el modo en que los cubanos se enteran de lo que sucede, aun con los peligros de las fake news, de las que a veces son arte y parte.
El rapero disidente Denis Solís acaba de abandonar el Combinado del Este, la prisión donde estuvo ocho meses bajo la acusación de desacato. «¿Nosotros o ustedes, quiénes son los delincuentes?», cantaba antes de que la policía se lo llevara, en noviembre de 2020. Al momento de ser arrestado, Solís encendió el teléfono y grabó para Facebook el instante de la captura. Las imágenes tuvieron su impacto político en las catacumbas digitales. A partir de su detención se formó un colectivo de artistas e intelectuales, el Movimiento San Isidro, que trae más de un dolor de cabeza al Gobierno. Ellos se filmaron en momentos de zozobra. Las imágenes comenzaron a valer más que mil palabras. La visibilidad de las tensiones ha puesto en aprietos al relato estatal.
CASI TODOS EQUIPADOS El segundo rubro económico de Cuba son las remesas. Casi 300 millones de dólares mensuales que venían del exterior, especialmente de Estados Unidos, antes de la pandemia, han permitido a siete millones de personas contar con un teléfono inteligente.
El artista Hamlet Lavastida se encuentra detenido e incomunicado en Villa Marista, una unidad de la Seguridad del Estado en La Habana. Fueron los móviles y los medios digitales los que informaron sobre lo que le ocurrió al arribar a La Habana el 21 de junio, tras concluir una residencia en una galería de Berlín. La artista
Tania Bruguera cree que, pese al hostigamiento, el activismo está en una «etapa superior», en buena parte por el uso de la tecnología.
Nada habría sido posible sin la ampliación del servicio de internet en la isla cuando las relaciones de Washington y La Habana parecían encauzarse. La era Trump cambió el escenario, pero ya no había marcha atrás en materia tecnológica. El Gobierno bloqueó algunos sitios emblemáticos anticastristas como Radio Martí, de Miami. Y tolera a regañadientes Facebook, WhatsApp y YouTube. Semanas antes de las protestas,
Granma, el órgano oficial del Partido Comunista, señaló al espacio virtual, donde sostuvo que se desarrolla y se financia «una contrarrevolución interna». Aumentan los fondos de la agencia norteamericana Usaid destinados a formar «nuevos líderes y brindar soporte tecnológico y entrenamiento a grupos integrados por artistas, periodistas, blogueros, mujeres, jóvenes, afrocubanos, para que expresen sus puntos de vista, y desafíen al Gobierno».