Enfrente tenemos al fascismo organizado»,
í, formalmente es el congreso federal del PSOE. El número 40. Del que saldrá una nueva ejecutiva, un proyecto reciclado. Pero esto es mucho más. El cónclave que dio comienzo ayer se parecía más a una celebración. Una fiesta. Hasta una catarsis interna tras años de dolor y de tensiones. El PSOE viene a la Fira de Valencia a quererse, a festejar la unidad, y también a coger impulso para la siguiente contienda electoral, que se presume durísima por la posibilidad de que PP y Vox le arrebaten la Moncloa, opción que incluso dibujó el último CIS. Ni siquiera los más veteranos recordaban una estampa semejante rebuscando en su disco duro personal.
Pedro Sánchez quería hacer de este 40º Congreso su congreso. El que enterrara el tiempo pasado y asumiera esa nueva etapa que arrancó con la remodelación del Gobierno del pasado julio. Su empeño, tras el descalabro de Madrid que removió los cimientos de su estrategia, ha sido conectar partido y Ejecutivo. Fundirlos, comunicarlos. Cambiar dinámicas. Lo contaban ayer los barones socialistas: el presidente habló con ellos, uno a uno, durante las últimas semanas, para relatarles su idea de nueva dirección del partido —más reducida, más operativa, más «municipalista», con mayor presencia femenina, más diversa—, para escuchar sus propuestas de nombres, para intercambiar opiniones con ellos. Con algunos se reunió en Moncloa, con otros conversó por teléfono. O por videoconferencia. Y ese no era un gesto habitual en él. En absoluto. La acusación más recurrente, de hecho, era que no cuidaba el partido, que no tendía puentes o buscaba su complicidad. Ahora los canales se han reactivado. Llama, llama mucho, hasta «demasiado», bromeaba un líder territorial.
El punto de inflexión fue el relevo del Ejecutivo. «Y el cambio de Gabinete», apostillaba una presidenta autonómica. Y es que la línea de comunicación también fluye entre el nuevo jefe de Gabinete, Óscar López, y el partido, un hilo prácticamente inexistente antes, en la época de Iván Redondo. El giro estratégico culmina ahora, en este 40º Congreso. El cónclave socialista también vivirá, hoy, otra foto histórica, la del secretario general con Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Joaquín Almunia.
La maquinaria está más engrasada, observan todos los interlocutores consultados. Porque Sánchez quiere un PSOE activo, unido y en guardia de cara a elecciones. Por ahora, no inquietan las encuestas, porque faltan dos años para elecciones y se puede dar la vuelta, creen muchos dirigentes.
El líder ha hablado, pero se guarda sus cartas. En sus conversaciones no ha dado pistas de nombres de la nueva ejecutiva. Ayer, reunió a sus ministros, a los secretarios regionales, a su cúpula, para la foto de familia del poder y la cohesión socialista, para después almorzar con ellos y lanzarles un mensaje de «unidad, fuerza y esperanza», indicaban algunos asistentes. No adelantó más concreciones.
Ya se conoce el núcleo duro, que conforman Adriana Lastra y Santos Cerdán, que siguen como dos y tres del PSOE, y al que se suman Cristina Narbona (presidencia), Javier Izquierdo (Acción Electoral), Alfonso Rodríguez Gómez de Celis (Política Municipal) —los tres también continúan— y Llanos Castellanos, la dos de López en la Moncloa que ahora conducirá Relaciones Institucionales y Justicia. El goteo se paró, a la espera de que hoy se conozca el diseño completo de la nueva ejecutiva. No es «descartable», dijo Lastra, que se inte
«Tenemos que querernos mucho.
gritó Calvo
gren ministros, aunque sea como vocales, sin área. Y el favorito es el hombre de absoluta confianza del presidente, Félix Bolaños.
Pareciera que el PSOE soltara lastre después de un congreso, el 39º, el de 2017, el que sucedió a las cruentas primarias entre Sánchez y Susana Díaz, traumático. Nada es igual al pasado. Sánchez dispone de plenas manos libres. Su poder es total.
LA VICEPRESIDENTA, EMOCIONADA En esta primera jornada en Valencia, brilló Nadia Calviño, la vicepresidenta primera. La tecnócrata sin carnet del partido que reivindicó su ascendencia socialista y su familia republicana, y que se declaró emocionada por recibir el premio Manuel Marín de manos de sus compañeros, galardón que también recibieron Anne Hidalgo, alcaldesa de París y candidata socialista a la presidencia de Francia, y los presidentes de Aragón y Canarias, Javier Lambán y Ángel Víctor Torres. Y brilló también Carmen Calvo. Sus compañeros le dedicaron un enorme y sostenido aplauso al que ella respondió peleando para que las lágrimas no le saltaran.
«Esto no es un congreso, es el festival del reencuentro», «el Disneyland del PSOE», podía escucharse en la Fira de Valencia. «Aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor no es así». Lo decía Ximo Puig, presidente valenciano y presidente y anfitrión de este cónclave. Glosaba el pálpito que latía en este 40º Congreso.
La jornada acabó ya de noche, con conciertos, acrobacias en directo, delegados e invitados tomando una cerveza o charlando alrededor de los foodtrucks.
Hoy sábado comienza la parte oficial del cónclave. Los discursos, el debate de enmiendas, el remate de la dirección. Lo clásico en el congreso que, quizá, más rompe con la tradición y que rearma al PSOE de cara a un futuro que se presume incierto. Lo gritó Calvo: «Tenemos que querernos mucho: enfrente tenemos al fascismo organizado».