Erdogan tira de mano dura en plena caída de popularidad
El presidente turco deja de ser la personalidad más valorada Las encuestas dicen ahora que no ganaría las elecciones
Unas horas antes de que Misra Sapan, estudiante universitaria, saliese de su casa para ir a la universidad a protestar, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, llamó a la gente como ella «terroristas». Erdogan se refería al grupo de jóvenes que protestan desde hace un año contra el nombramiento por parte del Gobierno de un nuevo rector para la Universidad del Bósforo, una de las más prestigiosas de Turquía. Cuando Sapan llegó a las puertas de la universidad con sus amigos, les estaban esperando. «Cuando empezamos a protestar, la policía quiso saber quiénes éramos y se llevaron nuestros carnés. Mientras esperábamos nos dimos cuenta de que lo que pasaba no era normal», recuerda Sapan.
Solo empezar la protesta la policía cargó contra ellos. Sapan cayó al suelo. Una rodilla uniformada impactó contra su ojo derecho. Ocho jóvenes fueron detenidos. «Nos llevaron al coche patrulla y allí continuaron pegándonos. Un policía golpeó la cabeza de uno de mis amigos contra el cristal del coche», dice la estudiante.
HORAS BAJAS Las protestas en la Universidad del Bósforo son solo una de las muchas que se están produciendo en Turquía simultáneamente. Muchas de ellas acaban de una forma parecida, con la policía cargando, deteniendo y abriendo causas contra los manifestantes. El motivo, según muchos expertos, son las horas bajas por las que atraviesa el Ejecutivo turco. «Erdogan parece vivir en una burbuja, con todo el poder político en sus manos, y no puede ver el alza del anti-Erdoganismo en el país. No puede ver la realidad política. Por eso, su única forma de actuar se basa en la represión, dado que no tiene ya ninguna herramienta para la inclusión, la tolerancia o la unión entre partes de la sociedad… Solo se puede beneficiar de la división», dice Nezih Onur Kuru, politólogo de la Universidad de Koç.
Desde que llegó al poder en 2002, hace 19 años, Erdogan ha sido, de largo, el político más querido en Turquía. Nadie le hacía sombra ni se le acercaba. Y sus seguidores le pusieron varios motes al respecto: Reis (capitán), Tayyip baba (el padre Tayyip) y Uzun adam (el alto hombre), entre otros.
LA OPOSICIÓN, AL ALZA Pero hace ya un par de años, la situación empezó a cambiar. Su popularidad ha caído en picado. Según varias encuestas, Erdogan ya no es el político mejor valorado del país, sino el cuarto, por detrás del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu; el de Ankara, Mansur Yavas; y la líder del Buen Partido, Meral Aksener. Los tres son miembros de la oposición.
Hay más todavía: por primera vez, la media de las encuestas turcas asegura que el partido de Erdogan, el AKP, perdería las elecciones si se celebrasen ahora; y Erdogan tendría dificultades para ganar en unas presidenciales si en su contra se presentaran Imamoglu o Yavas.
«El deterioro económico es el motivo principal. Erdogan solo toma decisiones para ayudar al sector de la construcción, que está en contra de los tipos de interés altos. La lira turca se devalúa rápidamente, de una forma loca. El electorado lo está notando en su economía familiar porque la inflación que sufre ahora mismo Turquía afecta directamente a la gente», explica Kuru, que considera que el Gobierno de Erdogan se ve más obligado que nunca a recurrir a la mano dura contra la oposición, ya sea política o ciudadana. «Erdogan siempre intenta dividir a la oposición para consolidarse», dice el politólogo.
PROHIBIDOS LOS INSULTOS En los últimos años el número de personas investigadas, juzgadas y condenadas por insultos al presidente se ha multiplicado claramente en Turquía. «Por cada interrogante, por cada post, se abre una nueva causa judicial, se dan órdenes de detención. Y así es como la libertad de expresión queda completamente eliminada.
En los últimos cinco años se ha juzgado a miles de personas por haber publicado unos simples tuits, por haber escrito algo en sus redes sociales que no es del agrado del Gobierno», explica el abogado Özgür Urfa. Él mismo llegó a ser condenado por insultos al presidente a raíz de la defensa que escribió para su cliente mientras era juzgado, también, por insultar al presidente.
«Su única forma de actuar se basa en la represión», dice Onur, politólogo