La hora de la resiliencia
Desde septiembre de 2001 vienen tomando conciencia los países de la OTAN de que su acción no puede limitarse a constituir un muro de carros, buques y cohetes ante Rusia. La guerra tradicional, incluso su versión nuclear más moderna y supersónica, no se concibe ya por sí sola sin una artillería invisible: los ciberataques, la desinformación y las campañas híbridas en la llamada «zona gris», aquella en la que no se aprieta el gatillo pero se combate e inflige grave daño al enemigo. Apenas dispararon los «hombrecillos verdes» sin distintivos que tomaron Crimea para Rusia.
Según ha ido avanzando el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, el consejo de la Alianza Atlántica asentará en Madrid un compromiso decidido para alentar la industria europea de la defensa, pero también para no perder un elemento clave de hegemonía a lo largo de su historia, pues la OTAN ha mantenido siempre una ventaja tecnológica ante sus rivales, y que ahora podría perder ante el auge de China.
La resiliencia tecnológica y armamentística serán un tema de conversación que no podrá eludir referencias a las bautizadas como «tecnologías disruptivas». En los estados mayores de la OTAN ya hace tiempo que se piensa en ciberseguridad basada en computación cuántica, en sistemas autónomos de armas y en biotecnología, cumpliendo con el enfoque defensivo que detecta cualquier amenaza, con cualquier origen y por cualquier eje para garantizar así la seguridad de los países miembros de esta revitalizada Alianza Atlántica.