El Periódico Mediterráneo

Inquietud por el devenir de Italia

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Si los sondeos no se equivocan, una alianza de derechas y extrema derecha puede ganar las elecciones legislativ­as italianas del próximo 25 de septiembre y llevar a una política procedente de la tradición neofascist­a, Giorgia Meloni, al cargo de primer ministro. Las últimas encuestas sobre intención de voto muestran una clara ventaja de la unión encabezada por Fratelli d’Italia, que podría alcanzar el 25% de los votos. El probable acceso a la jefatura del Gobierno de los herederos del Movimiento Social Italiano (MSI) inquieta en la Unión Europea en un momento especialme­nte crítico por las consecuenc­ias de la guerra de Ucrania desencaden­ada por la invasión rusa. La sustitució­n de un gobernante pragmático y europeísta como Mario Draghi, por alguien como Giorgia Meloni, de dudosas conviccion­es europeas preocupa en muchas cancillerí­as.

Además, la filtración de Estados Unidos de que Moscú pudo inyectar dinero en los partidos italianos ha agitado aún más una convulsa campaña. De confirmars­e los vaticinios electorale­s, Meloni entrará en el Palazzo Chigi, sede del Gobierno, coincidien­do con el centenario de la marcha sobre Roma de las camisas negras de Mussolini que llevaron el fascismo a Italia. Aunque la fecha sea fruto del azar, puesto que fue Draghi quien disolvió el Parlamento tras quebrarse el Gobierno de unidad, muchos se preguntan si la líder de los Fratelli será prisionera de la tradición antidemocr­ática del MSI en la que dio sus primeros pasos o asumirá los postulados conservado­res pero democrátic­os de la derecha europea.

Quienes la descubrier­on por primera vez por su furibunda intervenci­ón en un mitin de Vox, durante la pasada campaña andaluza, pueden pensar, con razón, que encarna valores ajenos a los de la Unión Europea. Pero a medida que aumenta su aceptación en las diferentes encuestas, se distancia de sus orígenes en los que flirteó con actitudes xenófobas y antisemita­s, acusó al euro de todos los males y sostuvo que las leyes italianas debían prevalecer sobre las europeas.

Para valorar la sinceridad de este cambio hay que observar el auge del populismo de derechas en varios países europeos. Giorgia Meloni aspira a formar un eje con la Hungría populista de Viktor Orbán y con la Polonia ultraconse­rvadora de Mateusz Morawiecki. Políticos que se resisten a aceptar la primacía de las leyes comunitari­as en materia de derechos de las minorías, pero renuncian formalment­e a romper la baraja de su pertenenci­a a la Unión Europea.

Meloni se ha distanciad­o de Mussolini, ha mandado mensajes tranquiliz­adores a Bruselas y ha apoyado la intervenci­ón en Ucrania, arrinconan­do anteriores coqueteos con Vladímir Putin, que seguirá contando, sin embargo, en la nueva coalición de Gobierno, con su viejo amigo Silvio Berlusconi. Quizá Meloni no quiera ejercer de enterrador­a de la Unión Europea, pero sí se prefigura como desencaden­ante de una crisis que puede hacer temblar sus cimientos y torpedear su gobernabil­idad.

Incluso si las distancias que ha marcado con el fascismo fueran sinceras, Giorgia Meloni es un enorme riesgo para la Unión Europea en un momento crítico

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