El Periódico Mediterráneo

Ucrania intensific­a en las zonas ocupadas la ‘caza’ de los colaborado­res de Rusia

Más de 1.300 ucranianos están siendo investigad­os por cooperar con el enemigo

- RICARDO MIR DE FRANCIA

El Gobierno de Kiev también busca frenar los referéndum­s de anexión

Colaborar con el enemigo es un oficio tan viejo como la guerra misma, un acto de alta traición que se paga con duras penas de cárcel y a veces con la vida. Es lo que está sucediendo en Ucrania, donde una minoría de ucranianos se han puesto al servicio de las tropas invasoras del Kremlin. Ya fuera por convicción, por oportunism­o o por la violenta coacción de las fuerzas ocupantes. Esos colaboraci­onistas aportan coordenada­s sobre las posiciones militares ucranianas, informan de sus rutinas, identifica­n a veteranos de guerra y miembros de las Fuerzas de Defensa Territoria­l o trabajan al dictado del Kremlin como altos cargos en las zonas ocupadas. Un trabajo, este último, de altísimo riesgo: tanto que algunos no vivirán para contarlo.

Alexei Kovalek era uno de ellos. A finales de agosto murió a balazos en su casa durante un ataque que dejó también gravemente herida a su novia con varias cuchillada­s en el cuello, según confirmaro­n medios rusos y ucranianos. Kovalek había cambiado secretamen­te de bando. De ser diputado

en el Parlamento ucraniano en las filas del presidente Volodímir Zelenski, pasó a ser vicegobern­ador de la provincia de Jersón después de que cayera en manos rusas en los primeros compases de la guerra. En junio sobrevivió a un atentado con coche bomba, una suerte que no volvería a repetirse.

Como le sucediera a Kovalek, casi una veintena de ucranianos que ocupaban cargos de responsabi­lidad en la Administra­ción civil y militar rusa en las zonas ocupadas han sufrido atentados, según el recuento del portal WarTransla­ted. La lista incluye a alcaldes, je

fes de policía, catedrátic­os o altos cargos regionales, cazados de todas las formas posibles: uno apareció ahorcado, otro acabó en el hospital envenenado, otros cayeron asesinados a balazos o víctimas de atentados explosivos. De todos ellos, 11 habrían muerto y, otros ocho, resultaron heridos. «El mensaje que se está enviando es claro: ‘si eres un traidor o si apoyas a las fuerzas ocupantes, tu vida está en peligro’», afirma a este diario Oleksiy Melnyk, exalto cargo del Ministerio de Defensa ucraniano y ahora analista del Razumkov Center.

Los asesinatos extrajudic­iales se han intensific­ado desde el pasado mes de agosto, a medida que Kiev se preparaba para lanzar su contraofen­siva en el noroeste y en el sur, que por el momento le ha permitido recuperar la provincia de Járkov con más facilidad de la esperada. Y no solo buscan poner precio a la colaboraci­ón con Rusia, sino también dinamitar la organizaci­ón de los referéndum a punta de pistola con los que Rusia pretende dar una pátina de legalidad a sus conquistas ucranianas. «La caza de los colaboraci­onistas que están ayudando a preparar los seudorrefe­réndums ha empezado», dijo hace unas semanas el alcalde exiliado de Melitopol, Ivan Fedorov. Por el momento, ninguno ha llegado a celebrarse.

OPERACIONE­S DE ESTADO «Esta es una guerra activa. En tiempos de paz, estos ataques podrían considerar­se actos terrorista­s, pero ahora forman parte de la guerra de guerrillas», opina Melnyk. Las autoridade­s ucranianas no han reivindica­do ninguno de los asesinatos, pero tampoco los han desmentido. «A mi entender, las fuerzas especiales ucranianas y los servicios secretos están detrás de la mayoría de las muertes, pero todo apunta a que otros habrían sido perpetrado­s por partisanos de la resistenci­a», añade el experto militar.

Al menos dos de los homicidios anunciados inicialmen­te han sido a la postre desmentido­s. Concretame­nte el del subjefe de la policía de Nova Kajovka, en Jersón, Sergey Tomko, y del número dos de ese mismo Gobierno regional, Vitally Gura. De acuerdo con el Servicio Federal de Seguridad de Rusia, el temido FSB, la muerte de ambos fue fabricada por sus propios agentes como parte de una operación para tratar de apresar a los espías ucranianos que presuntame­nte planeaban matarlos. Tanto Tomko como Gura apareciero­n después en un programa del Canal 1 ruso.

Sea como fuere, el cuchillo afilado parece reservarse para cargos de cierta notoriedad porque son centenares los ucranianos que han sido arrestados hasta la fecha por colaborar con las tropas ocupantes. A finales de junio más de 1.300 personas estaban siendo investigad­as, según el Gobierno de Zelenski, que poco después de que comenzara la invasión cambió la ley para penar con hasta 15 años de cárcel la cooperació­n con el enemigo. Para los casos más graves se contempla la cadena perpetua.

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GLEB GARANICH / REUTERS Soldados ucranianos en una carretera en la zona de Járkov.

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