El Periódico Mediterráneo

Putin no es Clausewitz

La historia militar está repleta de derrotas inesperada­s de ejércitos poderosos que pecaron de arrogancia. El presidente ruso sobrevalor­a sus capacidade­s bélicas e infravalor­a las de Ucrania.

- Y viajantes RAMÓN Lobo

Si Rusia deja de luchar, no habrá guerra; si Ucrania deja de luchar, no habrá más Ucrania, decía el texto de la pancarta poco después de la invasión. Sigue siendo el mejor resumen. Explica en gran parte el revés militar ruso en la región de Járkov con la pérdida de la estratégic­a Izium, la puerta del Donbás. Los ucranianos saben por qué pelean; los soldados rusos, no.

La historia militar está repleta de derrotas inesperada­s de ejércitos poderosos que pecaron de arrogancia. Vladímir Putin sobrevalor­ó sus capacidade­s bélicas a la vez que infravalor­ó las del enemigo, una pésima combinació­n. El general prusiano Carl von Clausewitz, influyente teórico de la guerra, dijo que una vez alcanzadas las máximas ganancias territoria­les en función de las fuerzas militares disponible­s todo avance corre el riesgo de transforma­rse en una catástrofe. Es lo que le sucedió a Adolf Hitler en Stalingrad­o, y antes a Napoleón, que erró en su decisión de entrar en Moscú. Condujo sus tropas más allá de sus medios y facilitó la estrategia rusa de tierra quemada que le impidió avituallar­se. Después entró en acción el general invierno.

El error de Stalin

Josif Stalin trató de conquistar Finlandia a finales de 1939 convencido de su superiorid­ad en número de soldados, algo similar a lo que le ha sucedido a Putin. La nieve y un terreno repleto de lagos y bosques jugaron en su contra. Fue un desastre: costó más de 300.000 bajas. Aquel conflicto ofrece pistas de cómo puede terminar el actual en Ucrania. Tras un primer revés, la URSS reorganizó sus fuerzas en primavera de 1940 y logró unos objetivos mínimos al obtener el control de parte de la estratégic­a Carelia, además de otras zonas y algunas islas del golfo de Finlandia que alejaban la frontera de la ciudad de San Petersburg­o. Se anexionó en total un 11% del territorio finlandés.

Sun Tzu, un sabio militar chino de finales del siglo VI antes de Cristo, dejó numerosos consejos recogidos en el libro El arte de la guerra, que se estudia en las facultades de negocio de medio mundo, sobre todo en EEUU, donde el capitalism­o se ejecuta como un plan de conquista. Una de sus citas explica el desastre militar ruso de la semana pasada: «Si conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo, no deberías temer el resulta

do de mil batallas. Si te conoces a ti mismo pero no a tu enemigo, por cada batalla que ganes sufrirás una derrota; si no conoces ni al enemigo ni a ti mismo, perderás todas las batallas».

El líder, sea presidente elegido en las urnas, rey o dictador, tiende a rodearse de personas que le dicen lo que desea escuchar. No prosperan aquellos que advierten de los riesgos. Por eso John Kennedy se metió en el cenagal de Vietnam y Brézhnev cayó en la trampa de Afganistán en 1979.

EEUU actuó con prepotenci­a en la invasión de Irak en 2003. Su secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, envió una fuerza de 225.000 soldados, pequeña comparada con la movilizaci­ón de 1991 para liberar Kuwait, que reunió a más de un millón entre distintos aliados. Su plan se basó en la asunción de que los iraquís le recibirían felices por librarles de un dictador. No fue así. Murieron más de 4.500 soldados y 288.000 civiles, según Iraq Body Count.

El general estadounid­ense David Petraeus, experto en contrainsu­rgencia, dijo que el problema es que solo ascendían los que comulgaban con la estructura dominante. Sucede en las Fuerzas Armadas, en los partidos políticos y en las empresas. Cuando ocurre algo imprevisto, como que los iraquís no están encantados de que les invadan o los ucranianos presentan resistenci­a, no hay nadie capaz de pensar fuera del marco.

Petraeus sí lo hizo en 2008, después de asumir la jefatura del Comando Central, responsabl­e de Irak. Detectó lo evidente: había dos tipos de insurgenci­a, una extranjera de corte yihadista y otra

nacional que luchaba contra el invasor. Optó por pactar y armar a los segundos para derrotar a los primeros. Funcionó durante un par de años hasta que regresaron los burócratas.

¿Cuál es la salida del Kremlin? Releer a Clausewitz, aceptar sus limitacion­es y buscar un acuerdo de paz, que aún tardará meses en estar maduro. ¿Puede repetirse el antecedent­e de Finlandia en 1940, de paz por territorio­s y que entre en juego Crimea y parte del Donbás? ¿Quién firmaría en Ucrania la renuncia a territorio­s después de tantos muertos?

Casi todo dependerá de las próximas semanas, antes de la nieve. ¿Sabrá medir sus fuerzas Ucrania o se lanzará a nuevas reconquist­as por encima de sus actuales capacidade­s? De momento, dos realidades: Ucrania necesita un suministro constante de armas sofisticad­as y Europa debe prepararse para un invierno duro. Es el precio de una paz realista.

¿Quién firmaría en Ucrania la renuncia a territorio­s después de tantos muertos?

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SERGEI BOBYLEV / KREMLIN / EFE Putin, en una comparecen­cia pública en la ciudad uzbeka de Samarcanda, el pasado jueves.
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