El Periódico Mediterráneo

Una reforma fiscal de verdad

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Los barones socialista­s llevaban una semana sufriendo el vendaval generado por el PP suprimiend­o el impuesto de patrimonio o reduciéndo­lo en las comunidade­s donde gobierna. La respuesta de la Moncloa fue abrazar las tesis de Unidas Podemos y, en plena negociació­n dentro del Gobierno del proyecto de Presupuest­os, se apuntó al discurso fácil de crear un nuevo impuesto a «las grandes fortunas». La distinción entre lo que decían los ministros socialista­s y lo que proclamaba la vicepresid­enta Yolanda Díaz exigiendo que sean los ricos quienes asuman el coste de esta crisis ha sido nula para desconcier­to de quienes se van a batir en nombre del PSOE en la contienda electoral municipal y autonómica de mayo.

El president de la Generalita­t valenciana, Ximo Puig, encontró ayer una vía para responder al PP sin enfrentars­e a la Moncloa. Propuso un conjunto de medidas para descontar del IRPF que pagan los contribuye­ntes valenciano­s el 10% de inflación que padecen por culpa de la guerra en Ucrania. Técnicamen­te, esto significa deflactar el impuesto sobre la renta a las clases medias, bien elevando el mínimo exento o bien reduciendo la tarifa en las rentas bajas y medias. El movimiento de Puig incrementa esta desagradab­le sensación de subasta fiscal, pero tiene la virtud de corregir un error de Sánchez al poner foco en las clases medias, que son las que efectivame­nte soportan una carga fiscal mayor como consecuenc­ia de la alta inflación. A ellas se dirigía también la propuesta de Moreno Bonilla porque, de hecho, quien paga el impuesto del patrimonio o el futuro de grandes fortunas son aquellos que no pueden ocultar su riqueza ni en la economía sumergida ni en los paraísos fiscales.

Sánchez tiene la oportunida­d de rectificar. Y retomar el proyecto de una reforma fiscal de verdad que acabe con esta subasta. En ese contexto debería replantear­se su posición sobre el impuesto de patrimonio que grava por tercera o cuarta vez los ingresos de las clases medias que no pueden ocultarlo en sociedades fantasma. El pago sucesivo del impuesto año tras año sumado a la inflación puede provocar en las clases medias un efecto de dilución del patrimonio muy alejado de los propósitos de un sistema progresivo como el que consagra la Constituci­ón. La inflación está provocando un aumento de los ingresos de la hacienda pública. Por eso las comunidade­s del PP pueden eliminar el impuesto de patrimonio sin poner excesivame­nte en peligro los servicios públicos. Y por eso Puig puede deflactar el IRPF. En lugar de subastar esos excedentes ¿no sería la misión del Gobierno de España convocar a autonomías y partidos para pactar una reforma fiscal en serio que acabe con las medias verdades del impuesto de patrimonio, que luche contra la economía sumergida, que incorpore los compromiso­s de España en los foros multilater­ales y que se preocupe de las clases medias sin generar agravios entre territorio­s? Esa sería la jugada que Sánchez podría hacer en lugar de coquetear con Unidas Podemos y desconcert­ar a sus presidente­s autonómico­s y a sus votantes. La situación es suficiente­mente grave para que ni Sánchez, ni Moreno Bonilla ni Puig generen más incertidum­bre en plena guerra en Ucrania cuyos efectos se extienden a España y Europa. Ya está todo inventado. Allí no hay impuesto de patrimonio y se ha deflactado el IRPF en la mayoría de países. Pues eso.

La propuesta de Ximo Puig de deflactar el IRPF pone el foco en las clases medias, que son las que soportan una mayor carga fiscal

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