De figuritas y figurones
Que Argentina vive el fútbol con una pasión que raya lo enfermizo es de común sabido. Yo mismo quedé cautivado viviendo dentro del impresionante ambiente de la Bombonera un amistoso de Boca a los sones de un bolero de Los Panchos y con el público extasiado agitando la mano derecha levantada al viento. Un ejemplo más es el arrollador delirio con que se ha acogido la edición de cromos --allí le llaman figuritas-- con motivo del Mundial de Qatar. Ya no es solo motivo de esparcimiento para los niños, si no destapar un irrefrenable y compulsivo instinto acaparador entre adultos. Los noticiarios abren con el precio de la foto del idolatrado Leo Messi, en los actos sociales se lanzan al aire millares de esas estampas y el país en sí es toda una locura.
Hoy en día parece como si el seguimiento a un jugador a través de las redes sociales fuera la nueva forma de coleccionismo. El azúcar o la estevia. Yo añoro aquella carrera de méritos para recibir cinco duros del abuelo y acudir, presto, al kiosco; la búsqueda histérica de los mejores de cada equipo; los intercambios de cromos repetidos y el establecimiento de tarifas, porque algunos valían por varios; y la onanista satisfacción final de tener completado el albúm antes que los amigos. Conservo alguno con tanto orgullo como nostalgia, en especial los de 1972 y 1973. Y sonrío al comprobar las burdas trampas de antaño, cuando no había photoshop y la editora tintaba de blanco la camiseta del Castellón de
nelles para poder incluirlo en la página del Real Madrid, aunque le delatara la torre Maratón del fondo de la fotografía; y viceversa, alistando el impoluto merengue vestido por
Chochi González para hacerlo pasar como albinegro. Recuerdo también la singular expectación que me despertó ponerle cara a Dumat, el primer extranjero en la historia del club.
Años después ya surgieron los adhesivos y mi hermano ideó un futbolín con los caretos recortados de los jugadores. Hasta disputábamos una liga con los ocho campeones históricos de Primera División que había en esos momentos, y siempre ganaba el CD Castellón. O tempora o mores!!!
Pan y circo, dirían los iconoclastas. El fútbol es tomado así por no pocos intelectuales clasistas. Yo prefiero a Vázquez Montalbán oa
Galeano. Precisamente la grandeza del fútbol es esa pasión que despierta, el orgullo tribal, la cuestión identitaria, los sentimientos... la suma de todo ello. Holismo. Pero, a cuenta de este nuestro refugio social, la religión de los que no tienen religión según Enrique Carretero, se cometen pecados. Es el caso de los llamados grupos ultras. Los incidentes de Barcelona no son un hecho aislado, ni nosotros somos simples víctimas. Al socaire de una afición tan grande como la nuestra también se esconden fascistas, delincuentes y no pocos descerebrados. La denuncia es un profiláctico imprescindible si no queremos ser cómplices de quien ni comparten nuestros valores ni les importa el marcador final del partido.
Existe una diferencia brutal entre el idiota que va al fútbol a pegarse y el aficionado que guarda como un tesoro esos cromos. Me consta que se ha sugerido al club la edición de una fantástica colección con motivo del Centenario. El archivo completo de todos los jugadores de la historia que han sido ya consta en esa biblia que deviene En el escudo de tu historia, de Conrado Marín y Miguel Ángel Serer; se trataría, no obstante, de elaborar una especie de selección. Los criterios pueden ser múltiples y el esfuerzo ímprobo, y seguro que no exento de polémica. Pero sin duda una maravillosa idea conservar juntos a todas esas figuritas, que dirían los argentinos, porque de figurones seguimos teniendo demasiados en nómina.