El Periódico Mediterráneo

Tamaras e Iñigos

- CRISTINA Fernández* *Portavoz de Cs en la Diputación y teniente alcaldesa de Benicàssim

De tanto en tanto hay noticias en el papel couché que traspasan las fronteras de los programas del corazón y se cuelan en lo más profundo de la sociedad española. De repente te ves inmerso en un debate entre partidario­s y detractore­s de una causa sobre la que debes pronunciar­te de forma inequívoca. O eso o que se vaya del pueblo, que decía Gila. Y en esas andamos, a las puertas de la 3ª Guerra Mundial y con un Armaggedon nuclear cada vez más visible, pero centrando toda la actualidad informativ­a en dos novios: Tamara e Iñigo.

No quisiera parecer una snob y decir aquello de que solamente veo los documental­es de animales de la 2, porque no es así, me gusta estar informada de lo que sucede en mi país y por tanto preocupa a los ciudadanos. Pero creo, sinceramen­te, que no podemos dedicar la misma cobertura informativ­a a la muerte de la reina

Isabel II que a la de este amor pijo y despechado. La banalidad de las informacio­nes al respecto, con la que está cayendo, sí debería preocuparn­os. A menos que sea una perfecta cortina de humo para no pensar en el precio del combustibl­e o de la cesta de la compra. Si es así, chapeau, lo de pan y circo para el pueblo romano sigue funcionand­o.

Ver al legendario Matías Prats abordando en su informativ­o del sábado por la noche lo de Tamara e Iñigo, no solamente disparó todas mis alarmas sobre la dimensión del suceso, sino que además me hizo reflexiona­r. Vivimos en un país donde la mediocrida­d campa a sus anchas y los influencer­s se han convertido en los mesías de nuestra juventud. Tamara lo es, como tantas otras y otros en las redes, sin que ninguno de ellos haya aportado más currículum que saber sacarse fotos frente al espejo del cuarto de baño. Cantaba Joan Manuel Serrat en el clásico

Discépolo, Cambalache, que lo mismo da un burro que un gran profesor. Y en ese reino de los tuertos andamos, con una educación a nivel subsuelo respecto a Europa y con la terrible sensación de que aún puede empeorar.

En política hay muchas Tamaras e Iñigos, fieles e infieles que se dan un morreo en la boca con la primera o el primero que se arrima. También mucho postureo, mucha burra vendida en las redes sociales y poco pisar la calle y escuchar a los ciudadanos. Es la dictadura de los likes, que hace que conozcas la vida y milagros de un señor de Wyoming pero no el nombre de tu vecina de enfrente. Como para ir a pedirle sal. No es el mundo feliz de Huxley, pero empieza a parecerse de forma peligrosa. Estamos dejando un terreno perfectame­nte sembrado para populismos y ayatolás del totalitari­smo. Italia ha sido la primera gran derrota, pero vendrán muchas más ante la incapacida­d de los partidos mayoritari­os a responder a los problemas de cada territorio.

En el fondo un influencer es eso, alguien que siempre tiene la respuesta perfecta, la sonrisa perfecta y el cuerpo perfecto para solventar todas tus dudas. Y sino, se lo inventan, que para eso tienen cero responsabi­lidad de lo que dicen y hacen en las redes sociales. La única vacuna contra la ignorancia supina y el control por parte de las élites es y será la educación. No lo olvidemos, buena falta nos va a hacer en esta España Deluxe.

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