Arrecia la guerra entre los ‘tories’ con acusaciones de «golpe de Estado»
El sector afín a Truss recrimina a los rebeldes que intenten hacerla caer tras su giro en política fiscal La primera ministra se niega a reafirmar su confianza en el actual ministro de Finanzas
La primera ministra británica Liz Truss ha recibido consejo de un experto en comunicación: «Lo mejor que puede hacer es no dar más entrevistas», le ha dicho directamente. A su torpeza expresiva y los silencios embarazosos porque no sabe qué responder se añaden comentarios que echan más leña el fuego. Y de estos últimos hubo varios ayer.
Cuando le preguntaron directamente si seguía confiando en su ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng, Truss eludió dos veces la respuesta afirmativa obligada, para despejar cualquier sospecha de fisura entre ambos. «Trabajo de manera muy cercana con mi chancellor. Estamos muy centrados en conseguir que crezca la economía», fue lo que dijo sobre el particular.
Cuando en otra entrevista le preguntaron por el cambio de plan sobre la rebaja fiscal a los que cotizan más, Truss dio a entender que la suspensión de esa medida había sido una retirada táctica y su posición a largo plazo no ha cambiado. «Quiero ver bajar los porcentajes más altos. Quiero que seamos un país competitivo» insistió, reavivando el contencioso apenas 24 horas después de que Kwarteng se viera forzado a abolir la impopular reducción y cuando todos en su equipo deseaban dejar atrás el asunto.
La situación ha llegado a crear fisuras entre los conservadores, que se han llegado a describir co
mo intentos de golpes de Estado internos.
El pasado domingo Truss había declarado que el dar marcha atrás «ha sido una decisión del chancellor, lo que dio la impresión de que quería distanciarse de la embarazosa renuncia. Kwarteng ha sugerido que algunos defectos en la presentación del presupuesto se debieron a la presión con lo que tuvo de prepararlos debido al funeral de la reina Isabel II.
La nueva rebelión a la que se enfrenta Truss gira en torno a las
ACUSACIONES Y ENFRENTAMIENTOS
ayudas sociales. La primera ministra estudia un recorte en términos reales de los beneficios, a fin de ajustar el gasto. Los diputados presionan para que equipare las prestaciones sociales al nivel de la inflación, actualmente en el 9,9%, tal y como había prometido Boris Johnson. De no ser así amenazan con votar en contra la próxima primavera.
El conflicto divide al Gobierno. La líder de la Cámara de los Comunes, Penny Mordaunt, (puesto con rango ministerial), rompiendo la disciplina propia de su cargo, pidió públicamente
que los beneficios aumenten a tenor de la subida de los precios. «Siempre he apoyado el mantenerlos en línea con la inflación, ya sean pensiones, o nuestro sistema de beneficios sociales. Tiene sentido hacerlo», declaraba.
En esa misma línea se manifestó el ministro para Gales, Robert Buckland. «Cada Gobierno conservador en el que he estado ha sido capaz de mantener la red de seguridad (para los ciudadanos). Estoy seguro de que este hará lo mismo». Truss aplaza la respuesta. «Es una cuestión importante, pero es una decisión que debe ser tomada a finales de este año», señaló. «Yo habló de responsabilidad fiscal, de la necesidad de reducir la proporción de la deuda pública respecto del producto interior bruto, después de la enorme crisis que ha provocado la invasión de Ucrania, en, por ejemplo, la subida de las facturas del gas y la electricidad».
«GOLPE DE ESTADO» El intercambio de acusaciones en la conferencia celebrada por los tories en Birmingham ha ido subiendo de tono y los enfrentamientos cada vez son más vitriólicos. La ministra de Interior, Suella Braverman, acusó a sus colegas levantiscos, encabezados por el exministro Michael Gove, de poner en escena «un golpe de Estado» contra el Gobierno, que «socava la autoridad de la primera ministra de manera poco profesional». La responsable de Comercio, Kemi Badenoch, imputó a los críticos el «arruinar» la conferencia, «con granadas» contra Truss.
La primera ministra clausura hoy la reunión y en su equipo había miedo la víspera de que el auditorio no se llenara. Diputados y delegados quieren hacer las maletas rápidamente y marcharse cuanto antes debido a la huelga de trenes. Otros simplemente no pueden aguantar más. Posiblemente Truss también. El exministro Grant Shapps no descarta que Truss pueda ser depuesta en cuestión de semanas. «Todo es posible. Pero creo que tiene la oportunidad en los próximos diez días de revertir los problemas de los últimos diez días».