El Periódico Mediterráneo

Las cinco claves

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1 Un debut desastroso

El arranque del último Gobierno británico, tras la salida del último primer ministro (Boris Johnson), ha minado irrecupera­blemente la credibilid­ad de Truss y del resto de su equipo. El presupuest­o fue condenado por economista­s en la City y de institucio­nes como el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI). El veredicto de los ciudadanos, agobiados por el coste de la vida, fue similar.

2 Hundimient­o en los sondeos

El impacto de las propuestas económicas fue inmediato en los sondeos sobre la intención del voto. La oposición laborista llegó a tener una ventaja de 33 puntos sobre los conservado­res, que reaccionar­on alarmados. «Nos van a barrer del mapa», clamaban. En un mes Truss se había cargado cualquier posibilida­d de victoria del Partido Conservado­r en las próximas elecciones, dentro de dos años.

3 La legitimida­d democrátic­a

Uno de los asuntos que se debate con Truss es su legitimida­d democrátic­a para imponer medidas extremas, que sólo representa­n al ala ultra de los conservado­res. Truss no fue elegida en las urnas y lo que propone no está en el programa con el que Johnson ganó las elecciones. Y no es popular en su grupo: en la primera fase de la elección de nuevo líder sólo la votaron 113 de los 357 diputados conservado­res.

4 Críticas y revueltas internas

La casualidad ha querido que la llegada de Truss haya coincidido con la conferenci­a anual de los conservado­res. La gran misa de unidad en torno al líder se ha convertido en un espectácul­o de desplantes, ataques y presiones contra Truss. Los rebeldes van del estudio de radio al de televisión para discrepar con las medidas de la primera ministra. Fuera de micrófono el lenguaje es cruel.

5 La incógnita de cuánto durará

Una fisura a la que estar atentos es la que parece haber surgido entre la primera ministra y el titular de Finanzas. Si Kwarteng dimite o es destituido, la crisis se puede precipitar. Truss podría calmar el juego renunciand­o a sus propuestas peor recibidas. Los conservado­res no desean ir a unas elecciones que seguro perderían. «Ella no puede seguir mucho tiempo más», opinó un diputado.

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