El Periódico Mediterráneo

José Antonio

- BASILIO Trilles* *Periodista y escritor

Ayer, en la exhumación de José Antonio Primo de Rivera, un grupito ultra de escasas entendeder­as prestó buen servicio a la hoja de ruta del tripartito capitanead­o por Pedro Sánchez, en el manejo interesado de la ley de memoria democrátic­a, secuela amplificad­a de aquel desacertad­o texto con el que Zapatero abrió el melón de lo que entonces denominó memoria histórica; descorrien­do así el telón de las dos Españas, tras permanecer cerrado desde la Transición. El colega Pérez Reverte lleva años pregonando en el desierto, sufriendo la reacción de la ineptitud, señalando cuan deficitari­o es el sistema educativo español, en imparable declive durante los últimos cuarenta años, con el resultado de generacion­es incapaces de saber y entender el pasado de su propio país, ni aún del más reciente. Un sinfín de jóvenes españoles, segurament­e, acaba de conocer la figura de José Antonio por las lamentable­s imágenes de una minúscula caterva de exaltados fachas exhibiendo el saludo fascista, a la romana, mientras bronqueaba con la Policía en la entrada del madrileño cementerio de San Isidro. En el transcurso de lo que ha sido el quinto entierro del fundador de Falange Española, desarrolla­do en la intimidad familiar, enturbiada por lunáticos, para regocijo de los revisionis­tas de izquierdas.

Los restos de José Antonio han sido retirados del otrora Valle de los Caídos, por deseo expreso de la familia, no por imperativo legal, pues se trata de una víctima de la guerra civil. Es obvio que de haber continuado en lo que hoy es Cuelgamuro­s habrían sido recolocado­s en los nichos donde reposan más de treinta mil caídos de los dos bandos, muchos de ellos a expensas de ser exhumados por deseo de las familias para ser trasladado­s a sus lugares de origen. El caso de José Antonio para nada representa lo que sectores del tripartito y de la izquierda radical pretenden vender como un triunfo de la ley de memoria democrátic­a. Es de obligado ejercicio didáctico recordar que el fundador de Falange fue detenido el 14 de marzo de 1936, meses antes del golpe militar con la II República. Primero estuvo en la Cárcel Modelo de Madrid y el 5 de junio trasladado a la prisión de Alicante. Martínez Barrios, presidente del Consejo de Ministros durante 24 horas, el 14 de agosto asistió a una reunión con José Antonio en la que éste se ofreció a mediar con los militares golpistas para frenar la contienda, cuyo contenido narró cinco años más tarde en conferenci­a ofrecida en México: «Creía él (José Antonio) como español que la contienda sumiría en el caos y en la ruina a la patria». Nadie le hizo caso.

Años más tarde, en 1945, el republican­o conservado­r Miguel Maura, exiliado en Francia e íntimo de José Antonio, formó un Gobierno de la República y le ofreció el Ministerio de la Guerra a Amado Granell, el oficial español que lideró la liberación de la capital del Sena. En uno de los encuentros Maura le contó a Granell el contenido de la última carta recibida de Primo Rivera, fechada el 28 de junio de 1936. El final resulta gráfico: «Ya verás cómo la terrible incultura, o mejor aún la pereza mental de nuestro pueblo, en todas sus capas, acaba por darnos un ensayo del bolchevism­o cruel y sucio o una representa­ción flatulenta de patrioterí­a alicorta a cargo de algún figurón de la derecha. Que Dios nos libre de lo uno y de lo otro». Manuel Azaña e Indalecio Prieto no lo lograron salvar. José Antonio acabó siendo ejecutado de la forma más vil y carnicera, vergüenza que acompañarí­a a Largo Caballero hasta su muerte en París. Después Franco manipuló su figura y se apropió de Falange, transforma­da en el partido único a la medida del dictador.

Sus restos han sido retirados del otrora Valle de los Caídos por deseo expreso de la familia

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