Un invento llamado Castelló
Los creadores de este sitio mágico, sin necesidad de una inteligencia artificial a mano, sabían lo que hacían
Fleming inventó la penicilina; Thomas Edison, el fonógrafo. Quién inventó Castelló merece también una medalla de oro o un monumento póstumo a lo bestia. El hombre medieval aquel, ocurrente --un antepasado nuestro--, se lució en su excepcional elección. Aquellos pioneros ancestros nos ubicaron en un punto cardinal privilegiado; tuvieron buen ojo. Acertaron un pleno al 15. El que inventó nuestra capital era un visionario.
Castelló tiene una orografía perfecta en llano para desplazarse en bicicleta sin cuestas y una densidad de población envidiable: ni desmesurada, ni diminuta. Dispone de un clima benigno, sin sobresaltos, que resiste olas de calor cada vez más frecuentes y que goza de inviernos templados; tiene suministros de agua suficientes que provienen de diferentes ríos y manantiales, incluida la Sierra de Gúdar, para hacer frente a épocas de acuciante sequía. Esta capital, inventada por un iluminado asido a un cayado, fundó un lugar en el mapa donde habitamos gentes tolerantes con un don de lenguas encomiable que pueden nombrar las cosas en su idioma materno o en el de TVE o T5, indistintamente. Un sitio geográfico adherido a Europa, donde un pirado de Texas no te abate a tiros a la salida del Consum. Los castellonenses destilamos buenos sentimientos, somos solidarios y cooperantes, y degustamos excelentes arroces y sabrosas torraetes d’anxoves. Los inmigrantes, todos ejemplares, se dejan querer y se integran con suma facilidad. Su emplazamiento tiene el mar a tiro de piedra, unas playas no atiborradas de personal y una huerta fecunda que nos ofrece de todo, tanto que nos llevaría un rato enumerar los productos con los que esa tierra nos obsequia a diario. Por nuestras fosas nasales penetra un aroma muy especial y la brisa marina desborda nuestros bronquios. Tiene montañas por donde trepar por riscos en un parque natural que se ve desde María Agustina y unas islas que se divisan en cuanto asciendes alguna montaña próxima.
No es de extrañar que cada año, nativos y recién llegados, festejemos su fundación. Somos nobles y agradecidos. El invento funciona, claro que sí. Los creadores de este sitio mágico, sin necesidad de una inteligencia artificial a mano, sabían lo que hacían. Tenemos toda la suerte del mundo de radicarnos en este fantástico lugar. Sin embargo, durante décadas algunos se empeñaron en poner en solfa esa magnífica creación, mancillaron el invento, cometieron errores de bulto y se apropiaron de algunas prerrogativas que pertenecían al patrimonio común de sus habitantes. Dilapidaron caudales públicos, aplicaron un urbanismo depredador y miraron por el interés particular de sus amigos.
Ahora se trata de seguir enmendando desmanes, de mantener la disciplina urbanística y de cauterizar las heridas abiertas. Deberíamos revalidar las políticas progresistas. Soy socialista y los conozco bien. Son de fiar. Las últimas corporaciones municipales no defraudan: ofrecen oportunidades empresariales, propician empleo, sanean las cuentas, brindan proyectos ilusionantes con fondos europeos, protegen el medio ambiente, realizan nuevas inversiones estatales de gran envergadura, consolidan políticas sociales para colectivos vulnerables, practican la transparencia y la participación de sus vecinos, posibilitan políticas de igualdad, garantizan el acceso a la educación y a una cultura cosmopolita y de calidad y procuran por la sostenibilidad social de todos sus ciudadanos.
Se puede hacer aún mejor, claro que sí, y en eso está mi partido y su alcaldesa, Amparo Marco. Su candidatura presenta su experiencia y su denodado trabajo en pro de reinventar una ciudad amigable, entrañable y con una administración local próxima y eficiente.
Los socialistas prometemos honrar a nuestros antepasados, a los inventores de esta singular ciudad mediterránea abierta y acogedora. Los socialistas reivindicamos a los que crearon esta urbe que hubieran merecido en la actualidad un premio Nobel.
Ellos lograron el milagro de crear esta ciudad en la que cabemos todos y en la que podamos realizarnos como personas de bien. Entre todos debemos ayudar a salvaguardar este tesoro de valor incalculable. Vivir en este sitio es todo un honor… y un lujo asiático. El empeño y trabajo de los socialistas quedará supeditado a ello. Permitamos entre todos que este invento maravilloso se preserve para el futuro, para nuestros hijos. Nos merecemos esta joya de ciudad.
No es de extrañar que cada año, nativos y recién llegados, festejemos su fundación. Somos nobles y agradecidos