A quemarropa El pasto es verde

Hace un par de semanas ya les comenté aquello de que llegará el día en el que tengamos que desenvainar la espada para defender que el pasto es verde.

No sé si Chesterton, al afirmar esto, imaginó que ese día estaba tan cerca. El caso, queridos lectores, es que este verano ha servido para constatar que la reforma ecológica y europeísta de la avenida de Lidón no ha sido tal cosa. Que el cemento es lo que prima en el vial que conduce a la Basílica, al menos en su tramo más urbano. El más polémico. Y así, acercándonos peligrosamente al otoño, nos hemos dado de bruces con otra gran verdad: la reforma de la plaza de la Paz ha sido un enorme fiasco. El cemento ha vuelto a hacer acto de presencia. Los pocos parterres que daban cierto frescor a la céntrica plaza han sido eliminados o sustituidos por césped artificial y, así, la que era una plaza en perfecto estado de revista no ha hecho otra cosa más que empobrecerse. ¡Vaya cagada!

Todo Castellón, menos los habituales mamporreros del poder establecido, criticó estas dos obras. Se veía venir a la legua que no iban a aportar nada bueno a la ciudad y sus gentes, pero una obcecación fuera de toda lógica se instaló en el palacio de la plaza Mayor. Concejales de segundo nivel sin los galones necesarios para representar a casi nadie se pasearon con tristeza, por orden de arriba, por ambos barrios, defendiendo lo indefendible. De hecho, fueron incapaces de responder con coherencia a las mínimas consultas técnicas

La que era una plaza en

perfecto estado de revista no ha hecho otra cosa más que empobrecerse

que realizaron algunos vecinos. Jamás se había visto algo igual por estos lares.

Al final, tenemos lo que tenemos. Una caguerà com un piano!