Bruno Gimeno calienta la tarde en el gran debut de Sepúlveda
El valenciano se alza como triunfador del festejo de tras cortar dos orejas y abrir la puerta grande Esta clásica divisa salmantina envió un encierro de gran nota, tanto en presentación como en juego
En la década de los 80 y 90 la ganadería de Sepúlveda gozó de gran predicamento en las ferias. Los ganaderos supieron adaptarse a los tiempos --venían del encaste Murube-- y apostaron por la procedencia Atanasio Fernández, cuya movilidad era del agrado de las figuras. Con el tiempo, con la evolución del toreo hacia un toro más encastado y un toreo más exigente, Sepúlveda se bajó del tren de las ferias y acabó en el ostracismo.
Así que no quedó otro remedio que volver a adaptarse a los tiempos y eligió para ello el encaste Juan Pedro Domecq, como la gran mayoría de ganaderos actuales, para salir del bache y volver a la senda de las ferias. Acertó. La novillada de ayer fue un claro ejemplo. Salvo el mansito que cerró plaza, el conjunto fue excelente, con el denominador común de la nobleza y la calidad, con novillos que se lo pusieron fácil a los chavales y eso, para los que no tienen todavía la técnica bien asimilada, es de agradecer. Además, llegaron bien comidos y lustrosos, para que luego digan del frío de Salamanca. Así que si la meritocracia tiene valor en el mundo del toro, Sepúlveda debe regresar a Castellón.
Salvo la delicia de degustar las enclasadas embestidas de los sepúlvedas y las ganas de ser torero de Bruno Gimeno, la tarde se diluyó entre el tedio y, lo peor de todo, la falta de ganas y mucha ambición, con una actitud que no siempre es la deseada para estos chavales. Aunque como se dice por aquí, «el que fa lo que pot…».
DE VALENCIA Tuvo que venir uno de Valencia a demostrar qué es tener la hierba en la boca. Bruno Gimeno se llama, ya placeado, sabedor de lo que esta profesión significa y de que cada oportunidad hay que aprovecharla como si fuese la última. Marcó la diferencia durante la tarde. Su tarjeta de presentación fue un buen quite por caleserinas, muy en Roca Rey, al novillo de su compañero. Estuvo en papel de novillero hambriento de triunfo en su turno: se fue a la puerta de chiqueros, entró en quites, banderilleó con entrega y variedad… En la muleta quiso hacer el toreo despacio y lo consiguió. Hubo naturales buenos. Y en el epílogo echó mano de recursos más efectistas, que son también muy necesarios, y que acabaron por calentar unos tendidos que, tras una buena estocada al segundo intento, le pidieron con fuerza las dos orejas que le valieron para abrir la puerta grande.
El sexto resultó el novillo más deslucido por manso. Aquerenciado en tablas, no le puso las cosas fáciles a Jorge Hurtado, pero insistió y a base de elegir bien los terrenos, una gran firmeza y una buena estocada haciendo la suerte como toca, acabó cortando una oreja. Así de fácil ante el peor material de la tarde. Cuestión de actitud, como hemos dicho antes.
LOS DE CASA Con suavidad y despaciosidad manejó el capote Javier Aparicio al segundo de la tarde. Fue otro buen novillo de Sepúlveda, aunque éste de recorrido más corto. Humilló más y Javier lo supo someter muy bien por abajo, aunque no acabó de romper adelante. Aparicio, que es torero de corte clásico, demostró oficio y estar preparado para dar un paso más en su carrera, pero no llegó a conectar con el público.
La faena se vivió con cierta frialdad. No remató bien con la espada y se diluyó el premio. Brindó su trasteo a Llanos Massó, presidenta de Les Corts Valencianes.
A Pablo Vedri, todo voluntad, le costó cruzar la línea de la prudencia ante un novillo que, si bien le faltó algo ritmo, tuvo otras muchas virtudes. Al final de faena, alentado por sus paisanos de la Vilavella, puso mayor entusiasmo en su quehacer, provocando con mayor decisión la embestida de un buen novillo de Sepúlveda.
El castellonense Abel Rodríguez se fue a la puerta de chiqueros a recibir al cuarto, un bonito eral colorado que tuvo también buena condición. La faena de Rodríguez, que brindó al banderillero de Almassora, José Manuel Do
mínguez, resultó intermitente. Quiso correr bien la mano pero no siempre surgieron los muletazos con limpieza ante un novillo que exigía mando. Mal con la espada.
El novillo que abrió plaza no paró de embestir. Lo hizo a media altura, pero tuvo sin embargo virtudes como la clase, la franqueza, la nobleza o la movilidad. El oscense Fran Fernando quiso hacer el toreo clásico y lo intentó por momentos, aunque sin embraguetarse mucho con el novillo de Sepúlveda. El mal manejo de los aceros le privó de un posible premio. El animal fue ovacionado en el arrastre, al igual que sucedería que los cuatro siguientes.
Cabe destacar el buen ambiente que hubo en la plaza. ¡Hay ganas de toros! Esta tarde, más.