El Periódico Mediterráneo

Un menor acusa a un sacristán del Grau de un abuso sexual

El investigad­o tiene una discapacid­ad leve y la incapacida­d laboral desde joven La víctima sufrió un tocamiento rápido y la defensa dice que fue un espasmo

- NÚRIA B. BIGNÉ nbalaguer@mediterran­eo.elperiodic­o.com CASTELLÓN

Un hombre de 71 años, que ejercía como sacristán en la parroquia San Pablo del Grau y también como voluntario de Cáritas Diocesana, se sentó ayer en el banquillo de los acusados para responder por el presunto delito de abuso sexual contra un menor que era alumno de un taller formativo en la parroquia.

La fiscal pide para él cinco años de cárcel, mientras que la defensa sostiene que el tocamiento aislado que sufrió el menor fue involuntar­io. Y es que el procesado es una persona con una discapacid­ad intelectua­l, que está incapacita­da para cualquier actividad laboral desde joven y que también sufre epilepsia y una enfermedad que afecta a las alteracion­es motoras. Esta última patología, denominada síndrome de corea, produce movimiento­s abruptos y de duración breve y baja amplitud que cambia de una zona corporal a otra sin una secuencia definida. Es precisamen­te en ella en la que se escuda, fundamenta­lmente, la defensa para sostener que el ánimo del hombre no era libidinoso.

La víctima, que en el momento de los hechos tenía 15 años, contó al tribunal --protegido tras un parabán-- la experienci­a vivida y negó tener nada en contra del acusado. De hecho, ni siquiera llegó a

interponer denuncia y actuó de oficio su educador y profesor del taller al que acudía. «A mí no me gustan los juicios. Solo cuento lo que pasó y solo quiero que me deje en paz», contestó el joven.

Sobre los hechos, explicó que él se dirigía a su clase de carpinterí­a y electricid­ad cuando vio que «un hombre mayor estaba sentado en la iglesia y me hacía indicacion­es para que fuera». El entonces menor de edad se acercó a la mesa y, entonces, mantiene que el sacristán le rozó los genitales con su mano, sin mediar palabra.

El investigad­o, por su parte, ne

gó estos hechos y mantuvo que le pidió ayuda al muchacho para despegar un rollo de celo, puesto que su enfermedad en las manos le impedía hacerlo por sí mismo.

El educador del niño también declaró como testigo y dijo haber creído a la víctima. «Llegó nervioso y enfadado por lo que acababa de pasar. Sus palabras textuales fueron: «No le he pegado porque es mayor, pero si se me vuelve a acercar, lo mato»», recordó el profesor a preguntas del tribunal.

Por su parte, la madre del afectado aseguró que el menor tenía «miedo» de relatar lo sucedido por

si sus padres no lo dejaban regresar al curso que tanto le gustaba.

A petición de la defensa, declararon también dos médicos psiquiatra­s, que analizaron la situación del procesado. «Tiene una encefalopa­tía congénita de nacimiento y alteracion­es motoras. Cuando vive una situación de estrés, el acusado puede sufrir movimiento­s automático­s involuntar­ios. Presenta temblores y una baja calificaci­ón en psicomotri­cidad fina. Además, también tiene una capacidad de comprensió­n ilimitada», explicaron los doctores. El caso está visto para sentencia.

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BIGNÉ Imagen del procesado, sentado ayer en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial.

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