El Periódico Mediterráneo

‘El Lluent’, ídolo de una generación

- JULIÁN García Candau

Juan Bautista González, Batiste El Lluent, fue uno de los primeros ídolos que tuvimos los niños vila-realenses a inicios de los 50. Formó parte del Club Atlético Foghetecaz, que ganó el campeonato regional de Aficionado­s al vencer al Torrent en el campo de Vallejo. Batiste era lo que entonces caracteriz­aba a un interior: creaba juego y estaba capacitado para ser el máximo goleador del equipo. Los niños que admiramos a Batiste, tuvimos ocasión de conocerle más que como ser humano. Era frecuente verle en el Trinquet de Vila-real y también en los momentos en que las peñas vila-realenses organizaba­n algún acto más o menos conmemorat­ivo.

Batiste formaba con Bachero; García Diago (Tachero), Isaco, Arzo; Botiguer (Callergues), Blanco; Cubero, González, Chato Gómez, Font de Mora y Mallent. Aquel 5-2 en El Madrigal y el empate a cero en Les Corts al Barcelona en el campeonato de España de aficionado­s... El gran disgusto para los niños de mi generación fue cuando el Alcoyano, que estaba en Segunda pero mantenía en el fútbol nacional el espíritu de la famosa moral del Alcoyano, lo fichó.

Batiste llegó, goleó y se ganó el aprecio de los alcoyanos, pero un desgraciad­o percance, tal vez una pleuresía, le llevó al regreso al Foghetecaz, con el que volvió a ejercer de ídolo. Y posteriorm­ente, en 1954, cuando el nombre de la entidad pasó a ser Villarreal Club de Fútbol, todavía ejerció de capitán. Solo en una ocasión cedió el puesto para que fuese otro ( Guillermo Catalán) quien entregara el ramo de flores a la reina de las fiestas, en el centro del campo.

Batiste conservó grandes recuerdos de su paso por el Alcoyano y siempre le quedó la duda de cuál pudo haber sido su evolución, de no haber padecido aquella enfermedad de la que se llegó a decir, erróneamen­te, que no volvería a jugar al fútbol.

Los niños de mi generación, los que quedamos, seguiremos recordando la maestría con la que jugaba El Lluent en el campo en una época en la que valía más la patada a seguir, que el buen contacto con el balón.

Al conocer la noticia de su fallecimie­nto, no hallé mejor modo de homenajear­le que tomar la guitarra y tocar la Lágrima de

Francisco Tárrega, obra que cuando suena en el campo, no hay comentaris­ta televisivo que sepa de qué se trata.

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