Gaza celebra una desoladora fiesta de fin del Ramadán sin apenas comida
Los recientes ataques han provocado el paro de las operaciones de oenegés
Millones de personas alrededor del mundo han pasado hambre de forma voluntaria durante el último mes. Pero ayer dejaron de hacerlo, ya que, con su último atardecer, terminó el ayuno del mes sagrado del Ramadán. A su inicio, este tiempo de elevada espiritualidad, amplia caridad y oraciones en comunidad prometía un mayor sosiego para la población de Gaza. Treinta puestas de sol después, los 2,2 millones de palestinos de la Franja siguen malviviendo en una hambruna impuesta entre las ruinas de lo que un día fueron sus casas. A las puertas del Eid al-Fitr, la fiesta del Fin del Ayuno, la mayoría de los gazatís continúan sin tener un simple dátil, el alimento usado habitualmente para romper el ayuno, que llevarse a la boca en estos duros tiempos.
Solo algunos privilegiados han podido pasar sus últimos días cocinando hornadas extras de ma’amul. Aún menos serán los afortunados que las prueben. Tras las tres jornadas festivas del Eid al-Fitr, estas galletitas rellenas de dátiles, pistachos o nueces, o cualquier fruta que esté disponible, se retirarán pacientes hasta el próximo Ramadán. Mientras se doran en un horno improvisado en una de las tiendas de plástico de Rafah, el olor atrae a los más pequeños. Las decoraciones típicas de esta festividad no embellecen los pocos edificios que aún quedan en pie en el enclave, pero algún farolillo ha logrado colarse entre los logos de oenegés que decoran las endebles paredes de sus refugios. La desolación, el duelo y el hartazgo son los únicos acompañantes de los gazatís en la jornada festiva.
ESCASEZ DE COMIDA Los recientes ataques, multiplicando los riesgos para los trabajadores humanitarios, han provocado el paro de las operaciones de algunas oenegés. «No hay suficiente comida. Hace dos meses que no recibo ni una caja» de ayuda, denuncia Fayez Abdelhadi en el campo de desplazados de la ciudad central de Deir al-Balah.