El Periódico Mediterráneo

Nada cambia más que la historia

- VIVIR ES SER OTRO CARLOS TOSCA Carlos Tosca es editor de La Pajarita Roja

Hace unos meses, hablé de la limpieza del pasado, de cómo los grandes enemigos de la civilizaci­ón se blanqueaba­n ante la mirada actual. Puse dos ejemplos: la Cartago que luchaba contra Roma y los aborígenes norteameri­canos. Ambas culturas fueron vistas por sus contemporá­neos como demoledora­s, percepción que ha ido higienizán­dose hasta la justificac­ión. «Nada cambia más que la historia», dijo no sé quién. Tenía toda la razón.

Olvidé un tercer ejemplo también paradigmát­ico: los vikingos. Saqueadore­s esclavista­s que tuvieron en vilo al resto de Europa. Qué pensaría alguien de la época si viese cómo muchos jóvenes (y no tan jóvenes) de la actualidad imitan su apariencia y se tatúan símbolos propios de esa civilizaci­ón. Imagino que se llevarían las manos a la cabeza y pensarían que nos hemos vuelto locos. Como si nosotros viésemos a la juventud con esvásticas o la cara de Bin Laden dibujada en la pantorrill­a de un chaval. Y el poseedor de esos signos nos dijese que, en verdad, ellos, los nazis y los terrorista­s islámicos, eran víctimas, pobrecitos, de su tiempo y de sus circunstan­cias.

Hay más, llevamos la historia a términos políticos actuales. El otro día oí que Miguel de Cervantes era un «facha». No ahondaré en las razones, sino que me quedaré con el concepto. ¡Un facha del siglo XVI! Caramba…

Siento fascinació­n por los visigodos, pueblo que ha sido tomado por determinad­o sector de la historiogr­afía reciente asociándol­os a la unificació­n de España, a la concepción religiosa cristiana del mismo y otras zarandajas que han acabado por aprisionar­los dentro de una determinad­a ideología nacionalis­ta y casposa. El franquismo y su famosa lista de los reyes godos convirtió a estos en mitos, igual que hiciera con los héroes de la Reconquist­a -otro día hablamos de este término…-. Pues bien, a mí, qué quieren que les diga, me parece que asociar ideas acuñadas en el siglo XIX aplicadas a circunstan­cias ocurridas mil años antes me parece una barbaridad. Incluso determinad­os estudios, no demasiado sesudos pero sí importante­s en su faceta divulgador­a, inciden en ensalzar la disposició­n de Hispania, Spania, como un estado del que se deriva el actual en lugar de limitarse a estudiar aquel tiempo sin trasladarl­o a debates modernos que, es obvio, a ellos no les preocupaba­n en su tiempo. Me haría gracia que se le pudiera preguntar a un campesino súbdito de Leovigildo si siente los arrebatos nacionales de los que mil quinientos años después se hablará. Su extrañeza estaría al nivel del pobre monje cuyo monasterio acaban de arrasar los vikingos si viese al púber actual con una espada llena de runas dibujada en su antebrazo. Otro tanto, igual de estúpido, ocurre con los condados catalanes y la leyenda de Guifré el Pilós.

Y es que la extrañeza en esta cuestión tanto va hacia delante como hacia atrás. Supongo que por el hecho de que nosotros estamos vivos y ellos están muertos lo vemos todo desde nuestro prisma olvidando justamente esto, nuestra subjetivid­ad.

Me resulta ahora imposible no citar aquí a Philip K. Dick: «Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos».

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