«Siendo una novela de acción, la risa debía ser también un hilo conductor»
Vicente Catalá Tormo, más conocido en redes como Flanagan McPhee, publica su primera novela La extraña vida de los objetos perdidos (Ediciones B)
— Para empezar, la imperiosa necesidad de saciar una curiosidad: ¿Por qué «esconderse» bajo un pseudónimo?
— No es que me esconda, es que en las redes sociales me conocen así. Tengo una cuenta de Twitter con 26.700 seguidores y unos cuantos más en Instagram y, claro, es una manera de que se me asocie con el «personaje» de Flanagan (Flanny, para los amigos).
— ¿Y por qué Flanagan McPhee? — El nombre es la unión de dos de mis pasiones de adolescente: por un lado, Flanagan, el protagonista de los libros de Andreu Martí y Jaume Ribera (que son una docena, pero el más conocido es Todos los detectives se llaman Flanagan). Y por el otro, el apellido de un personaje de la serie mítica Dawson Crece. En concreto, el personaje gay, Jack McPhee, que pasó por su salida del armario más o menos a la vez que yo. Pero vamos, que públicamente se sabe que soy Vicente Catalá Tormo pero, al llamarme como mi padre, he preferido que no le pueda afectar a él nada de lo que ocurra con mi faceta literaria, sobre todo si fuera para mal, algo que no espero, claro.
— La extraña vida de los objetos perdidos
es tu primera novela, y para ser tu debut, publicas nada menos que en una gran editorial como es Ediciones B.
— La verdad es que da un poco de vértigo. Creo que he tenido mucha suerte y han confiado en mí, porque consideran que es una historia original y diferente. Lo que ha supuesto es que, de repente, aparezco en todas las librerías, en los supermercados, en papelerías… Una visibilidad que, como ya he dicho antes, da un poco de vértigo. Pero del bueno, del que apetece sentir.
— Es un paso importante...
— Gracias a ellos he estado en la Feria del Libro de València, una experiencia increíble, y este pasado sábado estuve en la Librería Bangarang presentando junto a mi admirado Ramón Palomar, que tiene a bien darme un huequecito semanal en su programa de radio. Así que, me da mucha alegría, claro, porque estoy en una editorial donde hay gente maravillosa trabajando y escritores que son muy importantes en mi vida, tanto real como literaria.
— No es esta la primera obra que firmas como Flanagan. Hubo un título anterior, ¿Qué puedes contarnos?
Manual del perfecto dejado.
— Manual del perfecto dejado es, literalmente, eso: un manual para superar mi propia ruptura con uno de mis ex. Fue un ejercicio de introspectiva y de sacar de dentro todo lo que sentía. Y, como tal, es un libro de autoayuda en la versión más directa: para mí. Al parecer, todos nos hemos sentido alguna vez de manera similar, por lo que mi camino de superación ha sido valorado por muchos otros. Además, es una coautoría, ya que está ilustrado por el fabuloso Iván Harón, que tuvo que hacer también una «retrospectiva forzada» de sus relaciones más complicadas para ilustrar los textos, lo que supone una nueva visión, más gráfica, de los mismos sentimientos. Es un libro doble, lleno de detalles, tanto textuales como gráficos.
— No puedo evitar pensar que alguien como Juan Gómez-Jurado se haya rendido a la historia y personajes de
La extraña vida de los objetos perdidos. Dicen que las «fajas» no sirven de mucho pero, en este caso, la que aparece en la novela con la cita de Gómez-Jurado es, sin duda, una gran presentación, ¿no es así?
— Sí. Juan es una persona maravillosa y he de decir que lo considero un amigo, con lo que no voy a ser objetivo en mi opinión. Además de ser el autor español más importante del panorama actual, es un encanto y me dijo sí a leerme. Le gustó esta «locura» que es La extraña vida de los objetos perdidos y quiso mostrarlo. También me presentará en Madrid, el próximo día 17, junto a la maravillosa Raquel Martos, con lo que va a ser un sueño hecho realidad.
— Sin querer hacer spoilers, ¿qué son las agentes de RES?
— Las agentes de RES son cuatro mujeres (porque Lola es la jefa y está por encima de todo) al borde de un ataque de nervios porque tienen que conseguir que Lucía no se salga con la suya. Básicamente son unas funcionarias españolas pero que, como podría ser el Cesid, la Policía,
la Guardia Civil, los médicos o los bomberos, tienen un trabajo muy diferente al del funcionariado al que estamos acostumbrados a imaginarnos. Aunque también hay en la novela funcionarios burocráticos, como Francisco (del que no quiero desvelar muchos detalles, pero os sorprenderá).
— La forma, la estructura de la novela, permite una lectura ágil al contar con capítulos muy cortos. ¿Cuán importante es el ritmo para ti como escritor y como lector?
— Depende de lo que esté leyendo o escribiendo, cada novela tiene un ritmo y precisa de un tono. En este caso, una novela de humor y aventuras, creo que el ritmo frenético y alocado de las aventuras de Mortadelo y Filemón le venía muy bien: capítulos cortos, mucha comedia, aventuras en cada capítulo… Algo que te deje un poco sin respiración y quieras saber más. A mí me gustaría que fuera una novela de dos lecturas: una rápida para saber lo que está pasando y otra más pausada, para conocer perlitas y detalles que he escondido en el texto, como referencias literarias, cinematográficas y, en definitiva, de la cultura popular y folklórica española.
— En la novela hay mucha acción, pero se entrevé también un toque de humor. Buena combinación.
— El humor forma parte de mi vida y no concibo la vida sin él. Para mí era imprescindible que, aún siendo una novela de acción, tuviera puntos en los que la risa fuera el hilo conductor. Me gusta hacer reír, en mi cuenta de Twitter es lo que intento. La vida está suficientemente llena de drama como para trasladarlo a lo que escribo.
— Madrid es el escenario de gran parte de la trama, y en cierto modo se convierte en un personaje más de la historia, ¿verdad?
— Madrid, Gúdar (aunque por debajo) y Alcalá de Guadaira (sobre todo, un cementerio que existe en la realidad) son los tres escenarios principales y sí, claro, son personajes imprescindibles en La extraña vida de los objetos perdidos. Aunque considero que ellas, las RES, son las protagonistas y tienen que lucirse más (Arancha, Belén, Leonor y Elena). Estén o no conscientes (esto lo dejo a los lectores para que se animen a leerme).
— Imposible no preguntarte por tus lecturas previas, tus autores de cabecera. ¿Cuáles dirías que son tus mayores influencias narrativas?
— Juan Gómez-Jurado, sin duda alguna. De hecho, he intentado, salvando mucho las distancias, seguir su ritmo trepidante a mi manera, con esa forma de escribir que tiene que hace que no puedas dejar de leer por más que quieras. Ojalá a alguien le pase como a mí con él, que he tenido alguna noche de no dormir porque no podía dejar de leerle. Por otro lado, Eduardo Mendoza, por supuestísimo. Es un genio del humor y de las novelas en las que tienes que aguantarte la tripa porque te duele de tanto reír. Es un referente y esperemos que siga siéndolo por muchos años. Y, finalmente, Francisco Ibáñez, porque mi novela tiene mucho de cómic. Más que de cómic, de Tebeo. De esas historias con las que me imaginaba tanto de pequeño –y no tan pequeño– y que tenían partes fantásticas, pero son historias muy pegadas a la realidad, muy cercanas y, sobre todo, muy españolas, muy cañís.
«Salvando mucho las distancias, he intentado seguir el ritmo trepidante de Juan Gómez-Jurado»
LA EXTRAÑA VIDA DE LOS OBJETOS PERDIDOS