El Periódico Mediterráneo

«València iba a ser solo un escenario, pero se convirtió en una protagonis­ta»

En el mes de mayo llega a Castellón la creadora de las hermanas Ferrer, protagonis­tas de lo que ya va camino de convertirs­e en una saga multigéner­o

- MÒNICA MIRA Castellón Escritora

Este mes de mayo visitará la ciudad de Castelló una valenciana con raíces manchegas que ha llegado a la editorial Planeta, casi sin darse cuenta, tras cosechar un éxito que confiesa fue «inesperado» con lo que va camino de convertirs­e en una saga de historias que tienen dos elementos esenciales que las definen: están protagoniz­adas por las hermanas Ferrer y transcurre­n en València, que ha acabado siendo más que un escenario.

— ¿Cómo ha acabado convirtién­dose una comercial del sector de la óptica que nunca había escrito antes en unos de los lanzamient­os de primavera de una de las editoriale­s más importante­s del país?

— Con mi segunda novela, Doce llaves, jamás imaginé la aceptación que acabó teniendo. Llevamos dieciocho ediciones. Leo mucho, pero hasta que publiqué mi primera novela, El embrujo de Alhambra (Editorial Samaruc, 2006) no había escrito nada antes. Cierto es que me dicen que se me da bien contar historias, que es como si quien me escucha lo estuviera viviendo, y siempre he oído que muchas veces no se trata de lo que cuentas, sino cómo lo haces. Y ahí fue donde, al final, encontré mi vocación, lo que realmente me gustaba hacer.

— Y tras esa primera incursión literaria, llegó la presentaci­ón en sociedad de las hermanas Ferrer con (Samaruc, 2012), a la que siguió con otra publicació­n desvincula­da de ambas entremedia­s, (2016).

Doce llaves

Huellas de plomo (2020),

Años muertos

— Cuando escribí Doce llaves no tenía más ambición que contar lo que tenía en la cabeza. Incluso cuando la acabé no estaba preparada para una segunda parte. Era el resultado de un proceso de documentac­ión histórica muy importante. Me lo planteé como un gran reto personal, porque no soy historiado­ra, ni siquiera cuando estudiaba era mi asignatura preferida, y tengo que decir que no es una novela histórica, pero sí que quería trazar esa línea a través de la cual los personajes y los lectores aprenden, pero al mismo tiempo ofreciendo una lectura fluida y rápida. Cuando la terminé, aunque siempre me gusta dejar una puerta abierta, no tenía intención de continuarl­a.

— Entonces Años muertos, ¿fue una especie de pausa literaria?

— Como digo, en ese momento no estaba preparada para una segunda parte. Reunir tanta documentac­ión me estresa muchísimo, meto tanta informació­n en mi cabeza que me atasco hasta que consigo que todo empiece a encajar. Necesitaba algo distinto, por eso escribí Años muertos, que también está ambientada en València, en la playa de la Malva

rrosa y el Hospital San Juan de Dios. Es una historia de superación personal. Arranca cuando una joven de 23 años, la protagonis­ta, que sufre malos tratos dice «basta». Es una novela muy humana que refuerza las ganas de luchar, las que desprende la propia protagonis­ta.

— Y vuelve a València una y otra vez. En la trilogía de las hermanas Ferrer es algo más que un lugar.

— El propósito inicial era que la ciudad fuera un escenario, pero es verdad que, a medida que avanzaba, se postuló como primera protagonis­ta, en las tres. En Huellas de plomo, como la primera parte había superado todas las expectativ­as, me encontré con un desafío. En la primera hice lo que quería hacer; en la segunda me pregunté cómo podía plantearla para llegar al mismo nivel y tenía claro que no podía presentar más de lo mismo. El tema y la trama son muy distintos, aunque mantiene la misma esencia al mostrar la ciudad de València.

— Puede que ese sea la mayor complejida­d de las sagas, ofrecer algo distinto al lector. ¿Cómo lo ha planteado en la nueva entrega?

— En Lienzo de Sangre retomo dos flecos que quedan por atar en las anteriores. Era un poco una obligación, resolver las preguntas que habían quedado sin responder. En especial en relación a la situación de las dos hermanas, que se quedan huérfanas a los 7 años de edad. Descubren que sus padres no murieron en un terrible accidente, sino que fueron asesinados y se enteran de quien fue el culpable. La tercera parte es la venganza.

— Y escoge el mundo del arte y un suceso real para consumarla.

— Así es, arranco a partir de un hecho verídico, el robo histórico lleno de incógnitas que sufrió el Museo Isabella Stewart Gardner de Boston. Se llevaron 13 obras de arte valoradas en más de 500 millones de dólares. Llegaron incluso a ofrecer una recompensa de 10 millones, pero nunca más se supo nada. Parto de uno de esos cuadros, una obra de Manet que aparece en el puerto de València, escondido en un contenedor. Eso me da pie a envolver la trama de esa atmósfera del arte, en la que las hermanas se ven involucrad­as para dar con el asesino de sus padres, Augusto Fonfría.

El salto a Planeta es una oportunida­d que tengo la intención de aprovechar y que sea el lector el que diga»

— No hay mejor manera de descubrir qué pasará que leer la novela. Y mientras eso sucede, ¿cómo vive todo lo que te está pasando?

— El salto a Planeta es algo que me apetecía mucho. De alguna manera es una oportunida­d que mientras estás en una editorial pequeña no tienes. Mi intención es intentar aprovechar esa oportunida­d y que sea el lector el que diga. Todo lo que estoy viviendo es una satisfacci­ón personal inmensa.

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Javier Ocaña María Villamayor presentará en mayo en Castelló su nueva novela.

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