El Periódico - Castellano - Dominical

Una hora en medio de la nada

para Luis Alegre, con mucho cariño

- por Isabel Coixet www.xlsemanal.com/firmas Instagram: Isabel.Coixet

amanece Tudela cubierta de una espesa capa de nieve y es peligroso hasta llegar a la esquina del hotel donde me alojo. El fotógrafo Jordi Socías decide hacerme una foto en medio de la plaza de los Fueros y no en el mercado, rodeada de alcachofas, como había planeado. Caen copos como puños y todo, hasta la churrería ambulante y el tiovivo cubierto de plástico, tiene aire de foto de Robert Doisneau. Yo, segurament­e, no. Con el temporal, el tren desde Tudela a Barcelona llega con cuarenta minutos de retraso, que son menos de los anticipado­s por la pantalla de la estación y por la app del amable taxista que me trae a la estación. Cruzar Navarra en tren durante el temporal de nieve me hace sentir parte de un documental sobre el cómo se hizo Doctor Zhivago, que es una película que, cada vez que la veo, me recuerda que las películas de antaño, las grandes películas, se hicieron con nieve de verdad, sin ordenadore­s, sin Google Maps, sin teléfonos móviles, sin siquiera walkies-talkies. Y se hicieron muy bien. La noche anterior, con dos grandes cinéfilos tudelanos hablamos de eso y de otras películas, de actores olvidados, de cintas indestruct­ibles que llegaron al corazón de muchas generacion­es de espectador­es para quedarse. De David Niven y el genial título de su autobiogra­fía Traigan los caballos vacíos, que fue la frase que el director Michael Curtiz, húngaro de nacimiento, pronunció en el rodaje de La carga de la Brigada ligera cuando en realidad quería decir que trajeran caballos sin jinetes... Cuando el tren se detiene en medio de la nada, porque el temporal de nieve arrecia y la wifi ha desapareci­do, me entrego al recuerdo de la esplendoro­sa cena en el restaurant­e Remigio, a base de verduras, con que el incombusti­ble e inconmensu­rable Luis Alegre nos obsequió. Las verduras en esta ciudad y la manera en que son tratadas son de un nivel como en pocos sitios del mundo. Me da mucha risa cuando se habla de lugares como el Noma de Copenhague con sus tres estrellas Michelin y su huerto ecológico porque en Tudela casi todos los restaurant­es tienen sus propios huertos, y la sinfonía de berzas, cardos, achicoria, calabaza, rabanitos, cebollas tiernas, alcachofas, precedida de un espectacul­ar entrante a base de apio rizado con granizado de gin-fizz, que era una fresca y fragante caricia para los sentidos en Remigio, empequeñec­e y mucho, en mi memoria, el recuerdo de una pretencios­a y vacía comida en el Noma. La charla durante la cena gira en torno a mis dos temas favoritos: las películas y la comida. Qué películas hemos visto, pensamos ver, no veremos ni aunque nos paguen… Escenas memorables. Guionistas esforzados. Detalles que nos han tocado o dejado indiferent­es. Mientras esas verduras tratadas con infinito cariño y respeto desfilan ante nosotros, las secuencias que evocamos entre todos nos devuelven la ilusión de un tiempo y un espacio infinitame­nte vivos, donde las imágenes de la pantalla son nuestros fieles compañeros en este camino de vida, que un día, hace ya muchos años, los que nos encontramo­s en esa mesa degustando estas increíbles delicias vegetales emprendimo­s.

La charla durante la cena gira en torno a mis dos temas favoritos: las películas y la comida

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