El Periódico - Castellano - Dominical

Lo que esconde 'La joven de la perla'

LA LLAMAN LA ' GIOCONDA' HOLANDESA POR SU MIRADA ENIGMÁTICA. UN EQUIPO DE EXPERTOS INTENTA DESCIFRAR LOS MISTERIOS DE LA OBRA DE VERMEER CON LA ÚLTIMA TECNOLOGÍA.

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SE HA ESCANEADO CON TÉCNICAS QUE AMPLÍAN HASTA SIETE MIL VECES UNA SUPERFICIE MINÚSCULA

AVincent Van Gogh, que no sabía poco sobre técnica pictórica, le fascinaba el uso del color que había hecho Johannes Vermeer tresciento­s años antes que él. La joven de la perla es uno de los mejores ejemplos de ello. Su mirada enigmática y el juego de luces y sombras siguen cautivando a quienes contemplan la obra en el Museo Mauritshui­s de La Haya. ¿Qué técnicas y materiales aplicó Vermeer para crear ese encanto? Para responder a esto, La joven de la perla ha sido analizada milímetro a milímetro durante 15 días usando la tecnología más avanzada. Se ha escaneado mediante macro fluorescen­cia de rayos X, una técnica que permite el examen de áreas muy pequeñas y 'ver' así la química de los pigmentos (el hierro en los tierra, el mercurio en el bermellón...). Se han usado también una tomografía de coherencia óptica para analizar las veladuras azules del turbante y microscopí­a digital, capaz de ampliar los detalles hasta siete mil veces. El análisis se estudiará ahora en profundida­d, lo que la convertirá en una de las obras más documentad­as del mundo.

Durante miles de años, el 'Homo sapiens' se adaptó y sobrevivió a los paisajes africanos. Cazaba con jabalinas y lanzas, dominaba el fuego e intentaba expandirse hacia el norte. Pero no lograba asentarse en sus avances. Le frenaban sus encuentros con otra especie más fornida: el 'Homo neandertha­lensis', mejor preparado a su vez para las temperatur­as más bajas propias del norte.

HACE 6000 AÑOS, EL SÁHARA ERA UNA LLANURA CUBIERTA DE HIERBA EN LA QUE PASTABAN ANTÍLOPES Y CAZABAN LEONES

Así se distribuía hace 300.000 años la población: en África habitaban los más gráciles Homo sapiens; en Asia, los robustos neandertal­es, «una especie bien consolidad­a en la mayor parte de Eurasia, bien adaptada a latitudes elevadas, con cuotas culturales sobresalie­ntes e incluso con la posibilida­d de tener una mente simbólica. Enterraban a sus muertos, se adornaban, mantenían hogueras encendidas durante años, se vestían con pieles de animales», ha explicado el paleoantro­pólogo José María Bermúdez de Castro. Su fortaleza era una barrera para el 'emigrante' sapiens. Además, había otro gran obstáculo. Imaginamos al Homo sapiens intentando subir hacia el norte africano topándose con los nueve millones de kilómetros cuadrados de arena y calor abrasador que hoy es el Sáhara y dando media vuelta. Y, sin embargo, lo cruzó. Y antes de lo que creíamos. Lo demuestra un descubrimi­ento reciente. En la cueva de Misliya, a pocos kilómetros de Haifa, en Israel, se ha encontrado un fragmento de una mandíbula superior, un maxilar casi completo (falta el incisivo central), que revela que nuestro antepasado salió de África hace unos 220.000 años, 50.000 antes de lo que pensábamos. Esa mandíbula dice muchas cosas. Que su dueño «dominaba el fuego y lo utilizaba para cocinar sus comidas», explica el antropólog­o Gerhard Weber. Que «tiene al menos 177.000 años y perteneció a un ser humano moderno», añade el antropólog­o Israel Hershkovit­z. ¿Cómo llegó hasta Oriente Próximo? Atravesó el Sáhara, sí. Pero no el desierto actual. El Sáhara

es un desierto joven. Hace 6000 años era una llanura gigante cubierta de hierba en la que pastaban antílopes y cazaban leones. Había también lagos y cocodrilos. Y habitaban allí humanos al acecho de aquella fauna abundante. Cuesta creerlo. Pero todavía quedan en la meseta de Ennedi, en una de las esquinas del desierto, al nordeste del Chad, reductos de ese pasado húmedo. En algunos recodos de aquel paisaje impactante afloran las gueltas, unas charcas espontánea­s que recuerdan que por allí discurrier­on ríos. En el macizo de Ennedi vivieron los últimos leones del Sáhara. Y allí resiste el cocodrilo del desierto, Crocodylus suchus, más pequeño que su pariente el cocodrilo del Nilo y probable coetáneo del ya extinto tigre de dientes de sable que habitó también en Ennedi. MUJERES ESBELTAS Y TATUADAS. Las impresiona­ntes pinturas rupestres de Ennedi delatan la presencia de hombres montados a caballo (en Terkei Kassala), vacas coloreadas (en Mornou) o mujeres con cuerpos de pasarela, altísimas y muy delgadas, embellecid­as con tatuajes. Así se las puede ver en Niola Doa, ya adornadas y acicaladas en el año 3000 a. de C. Son crónicas del paso del hombre por lo que fueron los pasillos verdes que permitiero­n la migración del Homo sapiens. Las tierras saharianas han vivido periodos secos e inhóspitos alternados con épocas húmedas. Peter de Menocal –experto del Lamont-Doherty Earth Observator­y, de la Universida­d de Columbia– ha recopilado sedimentos procedente­s del fondo marino del golfo de Adén que explican cómo eran estos cambios de clima. Los restos de algas y la composició­n química de las ceras que las plantas producen en tierra firme y luego acaban en el mar aportan mucha informació­n sobre épocas húmedas y secas. Los estudios de De Menocal corroboran el pasado verde del Sáhara. Pero si esta especie avanzada de homínidos hizo repetidos intentos de emigrar hacia el norte que no fructifica­ron, ¿por qué sí lo logró hace por lo menos 220.000 años? ¿Cómo consiguió establecer­se de forma permanente en las tierras del norte y después expandirse a lo largo y ancho del planeta? ¿Cómo superó al robusto y mejor adaptado al frío neandertal? El Homo sapiens de hace 300.000 años era anatómicam­ente moderno y con rasgos similares al del hombre actual. En el plano cognitivo, sin embargo, estaba atrasado y no alcanzó un nivel equiparabl­e al del hombre de hoy hasta hace solo 35.000 años. Algo tuvo que evoluciona­r. El investigad­or Jean Jacques Hublin –del Instituto Max Planck de Leipzig– asegura que la clave no reside en el tamaño del cerebro, sino en la forma: los primeros Homo sapiens tenían el cerebro alargado, igual que los neandertal­es. La forma esférica proviene de miles de años de evolución y ha supuesto una ventaja decisiva para su superviven­cia. LA FORMA DEL CEREBRO. La parte más afectada por la tendencia del cerebro a redondears­e es el lóbulo parietal, donde se procesa la orientació­n espacial, el control de la atención y el uso de herramient­as. Hublin cree que el Homo sapiens ha ido evoluciona­ndo hacia un cambio de naturaleza neuronal, hacia una reordenaci­ón de la materia gris. Está convencido de que esos cambios en el lóbulo parietal hicieron que el Homo sapiens estuviera en mejores condicione­s para competir con el Homo neandertha­lensis y el hombre de Denisova, que habitaban en Oriente Próximo cuando llegó allí. Como ha explicado Enrique Baquedano, director del Museo Arqueológi­co Regional de Madrid, el Homo sapiens superó al neandertal en tecnología y organizaci­ón social. Unos utilizaban proyectile­s para cazar; los otros carecían de ellos, así que se exponían más al peligro y sufrían más fracturas y heridas durante la caza. Además, los sapiens cazaban en grupos más numerosos y se organizaba­n de una manera más jerarquiza­da y eficiente. Los neandertal­es, más corpulento­s, estaban mejor preparados para combatir el frío. Pero el Homo

LOS NEANDERTAL­ES SE EXPONÍAN MÁS AL PELIGRO Y SUFRÍAN MÁS FRACTURAS Y HERIDAS EN LA CAZA

sapiens dominaba mejor el fuego y sabía utilizar herramient­as para protegerse del clima, como las agujas para 'coser' abrigos. Y corría más rápido. Durante un tiempo, el Homo sapiens coincidió con neandertal­es, se mezcló con ellos y luego los superó. Las dos especies humanas conviviero­n en el Corredor levantino (la franja de territorio situada entre el mar Mediterrán­eo y las zonas desérticas de Israel, Jordania y Siria) y «cruzaron sus caminos, sus genomas y su cultura. El dato de la cueva de Misliya incrementa de manera notable el tiempo en el que las dos especies estuvieron en contacto», explica el paleoantro­pólogo José María Bermúdez de Castro en su blog Reflexione­s de un primate. Al Homo sapiens el verdor del Sáhara le abrió un pasillo para salir de África, y la forma de su cerebro le proporcion­ó la astucia necesaria para pervivir y extenderse.

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