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Roma (foto): la obra maestra de Alfonso Cuarón.
La obra maestra de Alfonso Cuarón se estrenó hace dos días en cines, y el próximo viernes estará disponible en Netflix
Cuando un director logra el tipo de éxito planetario que Alfonso Cuarón logró con Gravity (2013) se gana el derecho a hacer su siguiente película exactamente como le venga en gana. Y eso no solo explica que Roma se componga de 135 minutos de metraje rodados en blanco y negro y hablados parcialmente en lengua indígena; también que sea una obra tan rabiosamente personal que, mientras uno
LO + La modestia con la que se las arregla para resultar épica. LO-
contempla la pantalla, casi se siente un intruso, como si estuviera fisgoneando algo que no le concierne.
Cuarón la ha concebido como una gran remembranza, una oda a su propia infancia y en especial a las tres mujeres que la marcaron: su madre, su abuela y, muy en especial, la empleada doméstica. De hecho, parte de la grandeza de la película está en la generosidad con la que pone en el centro del relato a una mujer, Cleo (Yalitza Aparicio), habituada a estar en la periferia de las vidas de otros, reivindicando así a toda una clase de mujer mexicana. La mirada permanece puesta en ella incluso cuando el relato abre el plano para mostrarnos qué sucede en el mundo exterior.
Y es mucho lo que sucede: descontento social, conversaciones clandestinas sobre acaparamiento de tie- rras, incendios que surgen misteriosamente como una catástrofe bíblica, la infame masacre del Corpus Chris- ti de 1971, durante la que más de 100 estudiantes fue-
Que, simplemente por haber sido producida por Netflix, haya sido cuestionada.