Vuelva usted mañana
En este país hay un arte arraigado tan extendido como poco valorado. Se trata del arte de quejarse. Esta disciplina histórica, y por desgracia infinita, la practicaba Mariano José de Larra en versión escrita hace dos siglos, en este mismo país que vivimos, pisamos y nos pisa también hoy día. Por aquel remoto entonces, miles de artículos recogían –algunos con más humor y otros con más realismo– la exasperante y descarada lentitud de todo tipo de procesos, encargos y labores que lejos de ser fruto de profesionales deficientes en su condición de personas, se instalaban a la sombra de la parsimonia y la poca consideración. Se creía entonces que las personas eficientes y honrosas eran las que habían vivido hacía 200 años. Poco duraría en alto la cabeza de Larra si la levantase para ver que a las personas de 200 años después, la misma España tarda un curso entero en abonar las becas de los estudiantes, que nos mantenemos a base del aire en movimiento los nueve meses que estamos esperando.
Si hoy fuese el futuro de aquel pasado tendríamos la misma respuesta del siglo XIX a aquello que se preguntaban nuestros antepasados. ¿Evolucionará el país hasta dar trato digno a los ciudadanos? Pues 200 años de repetición histórica después, lo sentimos, pero vuelva usted mañana.