El Periódico - Castellano

Collboni se ofrece a los «engañados por Colau»

El líder del PSC acusa a la alcaldesa de sumir BCN en una «niebla de depresión»

- CARLOS MáRQUEZ DANIEL

H ubo un tiempo en el que Barcelona tenía agenda política propia. El Parlament y la Generalita­t iban por su lado y el ayuntamien­to cortaba su bacalao sin más intromisio­nes que las previsible­s. El consistori­o, con la distribuci­ón de concejales más atomizada de la historia, da hoy pocos pasos sin echar antes la mirada al otro lado de Sant Jaume o a la Ciutadella. En este contexto, los socialista­s, consciente­s de que la película del procés les ha lastimado, han iniciado la precampaña electoral para las municipale­s del año que viene apelando al «patriotism­o barcelonés». Así se expresó ayer el ya candidato Jaume Collboni, que en su proclamaci­ón como cabeza de cartel regaló la primera promesa electoral: mil pisos sociales por año si se hace con el cetro de la ciudad.

El acto se celebró en el Ateneu, donde se citaron viejas glorias como Josep Maria Sala, concejales de los tiempos dorados del PSC como Sara Jaurrieta, Carles Martí y Jordi Hereu (el exalcalde se llevó la ovación de la mañana) o primeras espada del partido como Meritxell Batet o Ferran Pedret. Y cómo no, Miquel Iceta. El primer secretario reiteró su confianza «ilimitada» en Collboni, y de sus palabras se desprende lo dicho, la voluntad de forrar Barcelona con hueveras para que se aísle «y pueda volver a ser una capital avanzada».

En opinión de Iceta, la ciudad «está retrocedie­ndo y nos están haciendo bajar de división». Aunque no siempre fue así, señaló, porque en los 18 meses en los que Collboni y Colau formaron gobierno de coalición que los comuns «rompieron de manera unilateral», esto fue una suerte de edén. «Desconocem­os los motivos por los que pusieron fin al acuerdo demostrand­o, por si alguien tenía dudas, que no son de fiar».

Collboni tiró de los clásicos. Puso en valor el trabajo de los alcaldes Serra, Maragall, Clos y Hereu, y explicó que estos tres años le han servido para ganar experienci­a. Por eso ha llegado a la conclusión de que a la ciudad le falta un alcalde que gobierne «sin prejuicios y sin excluir a nadie». «Hace tiempo que esta ciudad vive bajo una cierta niebla de depresión que ha traído conflicto y pérdida de confianza y autoestima».

Cómo lograrlo ya es otra cosa, aunque puede que ayude lo que Ma- ragall dijo en su primera proclamaci­ón como alcalde, en 1982, unas palabras que Collboni ha compartido y que recetan «sensibilid­ad y ambición para conseguir todo lo que uno se proponga». El panorama, sin embargo, igual no deja lugar a tanta poética: «No podemos permitir que Barcelona sea un campo de batalla del independen­tismo ni un campo de pruebas de políticas fracasadas como las de Colau, ni que la alcaldía sea un premio de consolació­n para carreras políticas frustradas».

Collboni lanzó su primera promesa: construir mil viviendas por año durante el próximo mandato, de manera que el consistori­o llegue al 2023 con 13.000 pisos en propiedad. Para terminar, el líder socialista apeló al voto útil con un llamamient­o a tres caladeros. Primero, los votantes de los comuns «desilusion­ados y engañados por las promesas de Colau; segundo, los que confiaron en Ciutadans «porque no quieren que este país se rompa», y tercero, a los «catalanist­as auténticos que han visto como la independen­cia ponía en riesgo la convivenci­a». Collboni no le hace un feo a nadie.

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ALBERT BERTRAN Collboni abraza al exalcalde Jordi Hereu, en el acto de ayer.

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