Collboni se ofrece a los «engañados por Colau»
El líder del PSC acusa a la alcaldesa de sumir BCN en una «niebla de depresión»
H ubo un tiempo en el que Barcelona tenía agenda política propia. El Parlament y la Generalitat iban por su lado y el ayuntamiento cortaba su bacalao sin más intromisiones que las previsibles. El consistorio, con la distribución de concejales más atomizada de la historia, da hoy pocos pasos sin echar antes la mirada al otro lado de Sant Jaume o a la Ciutadella. En este contexto, los socialistas, conscientes de que la película del procés les ha lastimado, han iniciado la precampaña electoral para las municipales del año que viene apelando al «patriotismo barcelonés». Así se expresó ayer el ya candidato Jaume Collboni, que en su proclamación como cabeza de cartel regaló la primera promesa electoral: mil pisos sociales por año si se hace con el cetro de la ciudad.
El acto se celebró en el Ateneu, donde se citaron viejas glorias como Josep Maria Sala, concejales de los tiempos dorados del PSC como Sara Jaurrieta, Carles Martí y Jordi Hereu (el exalcalde se llevó la ovación de la mañana) o primeras espada del partido como Meritxell Batet o Ferran Pedret. Y cómo no, Miquel Iceta. El primer secretario reiteró su confianza «ilimitada» en Collboni, y de sus palabras se desprende lo dicho, la voluntad de forrar Barcelona con hueveras para que se aísle «y pueda volver a ser una capital avanzada».
En opinión de Iceta, la ciudad «está retrocediendo y nos están haciendo bajar de división». Aunque no siempre fue así, señaló, porque en los 18 meses en los que Collboni y Colau formaron gobierno de coalición que los comuns «rompieron de manera unilateral», esto fue una suerte de edén. «Desconocemos los motivos por los que pusieron fin al acuerdo demostrando, por si alguien tenía dudas, que no son de fiar».
Collboni tiró de los clásicos. Puso en valor el trabajo de los alcaldes Serra, Maragall, Clos y Hereu, y explicó que estos tres años le han servido para ganar experiencia. Por eso ha llegado a la conclusión de que a la ciudad le falta un alcalde que gobierne «sin prejuicios y sin excluir a nadie». «Hace tiempo que esta ciudad vive bajo una cierta niebla de depresión que ha traído conflicto y pérdida de confianza y autoestima».
Cómo lograrlo ya es otra cosa, aunque puede que ayude lo que Ma- ragall dijo en su primera proclamación como alcalde, en 1982, unas palabras que Collboni ha compartido y que recetan «sensibilidad y ambición para conseguir todo lo que uno se proponga». El panorama, sin embargo, igual no deja lugar a tanta poética: «No podemos permitir que Barcelona sea un campo de batalla del independentismo ni un campo de pruebas de políticas fracasadas como las de Colau, ni que la alcaldía sea un premio de consolación para carreras políticas frustradas».
Collboni lanzó su primera promesa: construir mil viviendas por año durante el próximo mandato, de manera que el consistorio llegue al 2023 con 13.000 pisos en propiedad. Para terminar, el líder socialista apeló al voto útil con un llamamiento a tres caladeros. Primero, los votantes de los comuns «desilusionados y engañados por las promesas de Colau; segundo, los que confiaron en Ciutadans «porque no quieren que este país se rompa», y tercero, a los «catalanistas auténticos que han visto como la independencia ponía en riesgo la convivencia». Collboni no le hace un feo a nadie.