El Periódico - Castellano

La primera Copa del ‘procés’

Los pitos al himno y al Rey quedaron mitigados por la megafonía y los cánticos de los aficionado­s del Sevilla La policía requisó cientos de camisetas amarillas y ‘estelades’

- CARLOS F. MARCOTE

Entre que el himno de España sonó a toda pastilla por la supermegaf­onía del flamante Wanda Metropolit­ano y que los aficionado­s del Sevilla, más equilibrad­os en número que hace dos años en el Calderón, se empeñaron en dar el do de pecho en el «lo, lo, lo» con que acompañaro­n la antigua Marcha de Granaderos, el caso es que la pitada de los seguidores del Barcelona no se oyó tanto como otras veces.

Buena noticia para la organizaci­ón, la Federación Española de Fútbol (RFEF), pero escaso consuelo para el rey Felipe VI, que sabe a ciencia cierta que ni su presencia ni el himno español serán nunca bien recibidos por la gran mayoría de los seguidores catalanes del Barça. Y eso que el equipo azulgrana no hace otra cosa que ganar las finales de Copa que juega con él presidiend­o la velada en el palco. Cuatro de cuatro lleva el conjunto barcelonis­ta en otras cuantas finalísima­s presididas por el monarca.

Escaso alivio

Tampoco le sirvió de demasiado alivio a Felipe VI que en los sectores de la grada que ocuparon los aficionado­s culés no salieran a relucir tantas camisetas amarillas independen­tistas ni estelades como podía preverse. Las fuerzas policiales echaron una mano en ese aspecto y en los controles de acceso al estadio del Atlético se dedicaron a requisar las prendas con el lema «Ara és l’hora» y las banderas independen­tistas, así como alguna que otra pancarta con la leyenda «Llibertat dels presos polítics». La propia RFEF había pedido que no se impidiera meter estelades en el recinto «para no inflamar más todavía la delicada situación política que atraviesa España», pero dio igual.

Los silbidos no se oyeron como otras veces, pero la inmensa pancarta de «Barça, Barça, Barça» sobre fondo de los colores de la senyera, se vio en todo el mundo mientras Felipe VI ponía la cara de circunstan­cias de siempre mientras sonaba el himno. La misma expresión de sus acompañant­es más cercanos en el palco, el ministro Íñigo Méndez de Vigo y el presidente de la gestora de la federación, Marcelino Maté, que desde luego no da el juego del defenestra­do Ángel María Villar.

Muchas ausencias

Lo que por lo menos debió agradarle al monarca fue no tener que ser cumpliment­ado por otros políticos que no fueran casi exclusivam­ente los gubernamen­tales. Con Carles Puigdemont en Alemania y buena parte de su antigua plana mayor en prisión, la Generalita­t y el Parlament no mandaron a nadie y Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, también tuvo cosas mejores que hacer. Lo mismo que Manuela Carmena, que anda de oportuno viaje por Costa Rica.

A quien no le hubiera importado retratarse con Felipe VI hubiese sido a Cristina Cifuentes, la presidenta madrileña, pero las recomendac­iones de la Casa del Rey y de su propio partido debieron de llevarla a desistir, no fuera que desde la grada les diera a los aficionado­s por afearle sus presuntas trampas académicas en el asunto del máster de la Universida­d Rey Juan Carlos. Tampoco estuvo Javier Tebas, el presidente de la Liga. No se privará de volver a repetir, pese a todo, que él aplicaría el 155 dentro del Wanda Metropolit­ano o de cualquier otro estadio en el que se produjeran los episodios de «violencia verbal» que a su juicio constituye­n los pitos al himno y al Rey.

Política aparte, es de suponer que Felipe VI disfrutara como cualquier hijo de vecino azulgrana con la exhibición del Barça, en especial con la de Iniesta, cuyo nombre seguro que también le entraron ganas de corear, como no se resistiero­n a hacer incluso unos cuantos seguidores del Sevilla.

 ?? JORDI COTRINA ?? Momento himno VI, junto al ministro Méndez de Vigo; José Castro, presidente del Sevilla, y Josep Maria Bartomeu, del Barça.
JORDI COTRINA Momento himno VI, junto al ministro Méndez de Vigo; José Castro, presidente del Sevilla, y Josep Maria Bartomeu, del Barça.

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