El veterano cantante
Se sobrepuso a un pinzamiento muscular que él mismo explicó en un tono tragicómico
jugando como siempre con un pañuelo blanco, acaso el símbolo de una bohemia juvenil, y que acabó lanzando al suelo, y de ahí a un imponente Emmenez-moi llevándonos en volandas hasta el crepúsculo. Al lado de este cronista había varios asistentes con lágrimas cayéndoles por las mejillas. Se fomenta tanto la impostación en el mundo del espectáculo que reconforta reencontrarte, al menos por una vez, con emociones de verdad.