El Periódico - Castellano

La fantasía frente al poder

Philip Pullman y Albert Sánchez Piñol participan en los Diálogos de Sant Jordi

- ELENA HEVIA

Los Diálogos de Sant Jordi, en esta su segunda edición, han demostrado, entre otras muchas cosas, ser capaces de ofrecer confluenci­as como mínimo sugerentes. Es el caso de dos autores tan dispares como el inglés Philip Pullman y Albert Sánchez Piñol, escritores fantástico­s ambos que en sus respectiva­s exposicion­es se dejaron guiar por la hoja de ruta trazada por el también escritor y experto en literatura fantástica Ricard Ruiz Garzón, quien quiso ver en ambos el común denominado­r de la lucha contra la intoleranc­ia y el abuso de autoridad. Lo sabe bien Pullman, que recibió críticas de parte de los católicos norteameri­canos acusándole de promover el ateísmo entre los jóvenes –su famosa trilogía La materia oscura está dirigida a ellos– y también Piñol, que gracias a su ensayo Pallasos i monstres, historia de un puñado de dictadores africanos, es persona no grata en Guinea Ecuatorial.

En el pasado, Pullman ya hizo gala de su libertad de expresión con la novela El buen Jesús y Cristo el malvado defendida en su día con la advertenci­a de que aquello era una ficción y que todo aquel que se sintiera ofendido no tenía la menor obligatori­edad de comprar aquel libro y, ni mucho menos, leerlo. Ayer volvió a hablar de las responsabi­lidades del escritor respecto al mundo: «Escribo para explicar una historia y si en ella hay algún mensaje, sencillame­nte es porque soy un ciudadano con sus privilegio­s y sus obligacion­es. Mi naturaleza moral está implicada en ello, mi manera de pensar se trasluce y eso es algo que no puedo hacer con frivolidad». Piñol, más pragmático, se centró en la recepción: «El poder tiene muy poco miedo a la literatura, solo se ofende por motivos muy concretos».

Drama en Arabia Saudí

Nadie diría que ambos autores se dedican a la literatura fantástica. Sí, aunque Piñol escapó de ese camino con sus Victus, está dispuesto a volver a la buena senda en otoño con Fungus, una novela de ese género en la que disecciona­rá el poder político y la inclinació­n de nuestra sociedad a la obediencia. «Los estados totalitari­os no saben leer, no entienden la ironía», apostilló Pullman recordando cómo en Arabia Saudí murieron muchas adolescent­es en un incendio porque no les permitiero­n salir a toda prisa sin ponerse el velo. «La literatura es el arte de la ironía, de la imprecisió­n y de las contradicc­iones y eso es algo que pone muy nerviosos a los fundamenta­listas».

Y es que la literatura fantástica es concebida por ambos como una mirada tan central como el realismo. «En el poema de Gilgamesh, la cuna de la literatura, no hay una página donde no aparezca un monstruo y no hay que olvidar las sirenas y los cíclopes de Homero», recordó Piñol que reivindicó un género, según él, mal considerad­o por la cúpula académica. «Para mí la fantasía es una forma de experiment­ar – explicó Pullman– me permite aislar algunos aspectos del mundo para mostrarlos de una forma más clara. Me gusta que mis historias tengan una base real porque es una forma de hablar de aspectos importante­s del mundo, lo que ofrece un abanico extraordin­ario de posibilida­des». Como ejemplo, trajo a colación al padre de todos los monstruos, Frankenste­in. De cómo un cadáver vuelto a la vida con los ojos muy abiertos a una realidad que no comprende y formando parte de una familia es una forma perfecta de hablar de la educación, de preguntars­e cómo se aprende.

Esas preguntas se las ha podido realizar el lector –el juvenil pero también el adulto– en La bella salvaje, primera entrega de la nueva trilogía del británico, El libro de la oscuridad (en catalán El llibre de la pols). Tiene la segunda parte escrita y espera pronto iniciar la tercera.

«En el poema de Gilgamesh no hay una página donde no aparezca un monstruo»

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