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El vuelo de Malaysia Airlines: caso resuelto

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que podía ponerme a trabajar para un genio creativo», diría Cook después a Walter Isaacson, el biógrafo de Jobs. Cook se enamoró de Apple desde el primer día. Fue «como volver a nacer –asegura–. Imperaba un espíritu de misión, tenía un alma diferente, una razón de ser, lo que me producía una sensación increíble, nueva por completo».

Cook redujo el número de proveedore­s, de almacenes, de existencia­s en stock y el tiempo de fabricació­n de un producto Apple. Se convirtió en «un cerebro en la sombra, en indispensa­ble para Jobs», en palabras de Isaacson.

En 2004 asumió el cargo de director interino por dos meses, mientras Jobs se recuperaba de una intervenci­ón motivada por el cáncer. Algunos conocedore­s del sector no se tomaban en serio la posibilida­d de que el sobrio Cook pudiera convertirs­e en el sucesor. Pero, en agosto de 2011, Jobs dimitió y nombró director ejecutivo a su amigo. Murió seis meses más tarde.

«Fue un periodo angustioso para mí, para la compañía en general –recuerda–. Llegué a convencerm­e de que Steve iba a vivir más años que yo. Sé que es una estupidez, hoy lo tengo claro, pero es lo que pensaba. Porque Steve siempre se las arreglaba para salir a flote».

Robert Iger, director ejecutivo de Walt Disney Company y buen amigo de ambos, entró en el consejo de administra­ción de Apple al poco de la muerte de Jobs. Según cuenta Iger, Cook brilló como nunca durante ese periodo. «Al principio el cargo le venía grande, pues sabía que no era otro Steve y estaba sumido en el dolor por la pérdida de su amigo, pero supo mantenerse firme desde el primer día. En ningún momento pareció flaquear. Y eso era lo que Apple necesitaba: una persona capaz de llevar las riendas».

de forma descomunal. «No permite que el constante escrutinio de los demás le impida tomar decisiones racionales, meditadas –apunta Iger–. Apple es hoy su empresa, pero Tim sería el último en reconocerl­o. Porque no le gusta colgarse medallas».

En 2015, el liderazgo de Cook pasó una dura prueba cuando el FBI solicitó a Apple desbloquea­r el iPhone de un terrorista que había causado una masacre en San Bernardino (California). La compañía se negó, para no sentar un precedente, avivando el debate sobre el equilibrio entre privacidad y seguridad. Al final, los federales se las arreglaron para piratear el dispositiv­o.

«Aprendimos unas cuantas cosas –revela Cook–. Comprobamo­s, por ejemplo, que si el Gobierno se vuelve en tu contra, puede operar de forma muy desagradab­le. Se supone que hay unas normas, pero no tienen empacho en olvidarse de ellas. Fui un ingenuo».

En su momento tuvo fama de implacable, de fulminarte con la mirada. ¿Se ha vuelto más empático? «Siempre he sentido empatía por los demás... porque yo era gay en un momento en que era complicado serlo. Sé lo que es formar parte de una minoría y sé lo que sientes cuando insisten en hacerte creer que eres una especie de juguete roto. El mundo sería un lugar mejor si nos tratáramos con respeto. No hace falta una gran inyección presupuest­aria para conseguir este tipo de objetivos. Es algo que todos llevamos dentro».

Cook ha hecho frente a una acusación recurrente: desde 2011, Apple no ha conseguido lanzar un nuevo producto a la altura del iMac, el iPhone o el iPad. Una posible respuesta: ¿y quién lo ha conseguido?

Pregunto al director ejecutivo por sus puntos débiles y sonríe. «¡Soy malísimo en muchas cosas!», responde. Ya. ¿Y qué trata de mejorar? Enarca las cejas y suelta una risotada. «¡Me está preguntand­o por mis puntos débiles de forma indirecta! Prefiero no hablar de eso... Podría mejorar en casi todas las cosas». A una de sus colaborado­ras se le escapa una risita significat­iva.

Y en lo referente al sector en el que trabaja, ¿qué tiene que decir en lo tocante a la «narrativa negativa» sobre Silicon Valley que antes nos decía? ¿Se trata de un fenómeno efímero o está aquí para quedarse?

«Es una combinació­n de varias cosas –responde Cook–. Las circunstan­cias han hecho que la gente se fije más en el sector. Pero también es una consecuenc­ia natural del crecimient­o exponencia­l de la industria tecnológic­a, que hoy constituye un porcentaje enorme de la economía. Cuanto más éxito tienes, más se fijan en ti. El escrutinio de los demás es positivo. Ni por asomo estoy de acuerdo con muchas de las cosas que se han dicho, pero hablamos de unas compañías que influyen en la vida de muchísimas personas día a día. El escrutinio es un deber».

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