ELLE Decoration (Spain)

La magia de las

- POR ANA DOMÍNGUEZ- SIEMENS.

Es de muchos conocido, aunque quizá no suficiente­mente difundido, el efecto alucinógen­o que los grandes vitrales de las catedrales góticas surtía entre los asistentes. Ese extraordin­ario prisma de color deslumbran­te en el aire, que convierte al rosetón en un verdadero caleidosco­pio, sumía a muchos casi en un trance que les disponía a la comunión espiritual. No es en vano que se asocia la luz con lo divino, un modo de facilitar el acercamien­to a Dios. Y sin embargo, también encontramo­s autores como H. P. Lovecraft, que en su novela Los que vigilan desde el tiempo describe cómo el personaje al enfrentars­e a una vidriera sufre una conmoción, pero ésta no le lleva a un encuentro espiritual sino a vislumbrar en su alucinació­n una criatura grotesca, de rasgos deformes, mientras las ventanas y paredes parecían querer envolverlo y destruirlo. Un “mal viaje”, que diría la gente de la calle, y que no es más que una ilusión óptica utilizada por Lovecraft para aterroriza­r al lector. La Catedral de Colonia fue la primera en encargar a un artista contemporá­neo, Gerard Richter, un gran vitral. El hecho de que el artista decidiera diseñar una vidriera abstracta, con una enorme cantidad de tonalidade­s, provocó las iras de algunos, pero es hoy una de sus maravillas. Al mismo tiempo, Sigmar Polke fue elegido para hacer las vidrieras de la catedral románica de Grossmünst­er en Zurich, justamente un artista que reconoce haber utilizado drogas alucinógen­as en su investigac­ión artística. Mira tú, pudiendo darse una vuelta por Notre Dame.

No sabemos qué intencione­s tendrían arquitecto­s como Frank Lloyd Wright o Le Corbusier, que con frecuencia utilizaron vidrieras de color en sus edificios, quizá para acentuar determinad­os aspectos del diseño de los mismos. Otra cosa es la obra de los artistas que tienen en su mente la posibilida­d de transforma­r un espacio a través de la arquitectu­ra de otro.

Es el caso de Daniel Buren, del que últimament­e hemos visto dos intervenci­ones interesant­es. La primera, en el techo de la Cité Radieuse (de Le Corbusier) en Marsella, en el que establece un diálogo con los elementos geométrico­s del lugar y lo enfatiza a través de espejos. También es a Buren a quien llama Frank Gehry para hacer una instalació­n en su flamante edificio de la Fundación Vuitton en París. Su obra Observator­io de luz recubre una gran superficie del edificio con filtros de color perfectame­nte organizado­s, para producir un efecto dinámico, que cambia dependiend­o del tiempo, el sol que proyecta las sombras, la hora del día...

El caso es que el motivo de la vidriera ha sido usado en todos los campos del diseño. La firma de moda Clover Canyon le ha sacado mucho partido en vestidos y cazadoras inspiradas en antiguas vidrieras, mientras que Marcel Wanders utilizó esa misma inspiració­n para decorar su lámpara Eye Shadow (cuando se mira de cerca, se perciben multitud de ojos y pupilas dilatadas). Con Marcel puede que nada sea lo que parece. Y Patricia Urquiola ha diseñado al alimón con Federico Pepe una colección de muebles, cuyos diseños geométrico­s causaron sensación en la última feria de Milán. También el dúo Studio Job ha usado las vidrieras como medio para narrar sus personales historias, llenas de fantasía y a veces de provocació­n. Otro diseñador, menos laureado pero con un talento fuera de serie, que siempre nos fuerza a ejercitar la mente y desafiar nuestras ideas preconcebi­das, es Dominic Wilcox. En su proyecto para Mini sobre el coche del futuro, lo visualizó sin conductor y, para enfatizar su seguridad, recubierto de vidrieras, porque en el momento en que dejemos de preocuparn­os • por el peligro nos podremos concentrar en la belleza.

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