ARTE.
El Museo Voorlinden, en un barrio residencial de La Haya, se convierte junto al Mauritshuis en una visita obligada. Somos testigos de su inauguración.
Jesús Cano estuvo en la preapertura del Museo Voorlinden de La Haya y nos cuenta sus detalles.
En marzo, una noticia cultural era portada de la mayoría de los periódicos y acaparaba minutos en los informativos locales e internacionales, Wim Pijbes, director del Rijksmuseum, el Museo Nacional Holandés, abandonaba inesperadamente el cargo después de ocho años de éxito. Entre ellos, destacar que fue el responsable de capitanear la reforma firmada por los arquitectos españoles Cruz y Ortiz, que convertían el viejo cascarón del siglo XIX en un moderno museo del siglo XXI. La huida por los canales hacia la costa no fue entendida por el mundo del arte.
A principios de septiembre, un sábado soleado, encontramos la razón a escasos cincuenta y tres kilómetros de su antigua casa, Wim Pijbes nos recibe en su nuevo hogar, el Museo Voorlinden. La cita consiste en una apertura preview organizada para los ricos vecinos del barrio colindante, Wassenaar, donde las grandes mansiones y las embajadas son lo cotidiano.
“Me atrae la idea de poner en marcha un nuevo museo que combine una colección tan rica e interesante de arte moderno y contemporáneo con un entorno natural fantástico”, afirmaba Pijbes. El museo, a las afueras de La Haya, se sitúa en una finca privada de 40 hectáreas. Sus bosques, dunas y lagos crean un ecosistema único que lo han convertido en una reserva natural. El edificio, diseñado por Dirk Jan Postel, del estudio de arquitectura holandés Kraaijvanger, de planta rectangular, se integra perfectamente en el paisaje, gracias a una construcción que combina vidrio, acero y piedra natural del color de las dunas de arena vecinas. Hay un juego constante que difumina interior y exterior posibilitando, desde sus salas, disfrutar de la naturaleza como parte de las obras expuestas.
1. La biblioteca, de
estilo clásico, ha sido diseñada por el italiano Andrea Milani y en ella encontramos libros de referencia, tanto actuales como antiguos.
2. En una de las salas,
es protagonista un monumental laberinto de acero, de Richard Serra, que forma parte de la exposición permanente. 3. El jardín, realmente un bosque, es como si fuera una obra de arte más del museo. El paisjismo es obra de Piet Oudolf.
4. Sin título (manzanas),
un trabajo realizado por Tom Friedman, instalado en el suelo. En la pared del fondo, cuelga una serie de retratos del autor Michaël Borremans.
“Me atrae la idea de poner en marcha un nuevo museo que combine una colección tan rica en un entorno natural”.
Wim Pijbes
La arquitectura recuerda a dos museos que son referencia, Menil Collection, en Houston, y la Fundación Beyeler, en Basilea. Ambos son obra del maestro italiano Renzo Piano y en los dos encontramos una preocupación por la iluminación natural de las salas. Dirk Jan Postel, también aquí, ha encontrado un ingenioso sistema en el que pequeños lucernarios aprovechan al máximo la luz solar. Si el contenedor es un obra de orfebrería, el contenido está a la altura. Es la colección, hasta ahora privada, del empresario Joop van Caldenborgh. “No quería que se quedara en un sótano, quería compartirla con el resto del mundo”, nos dice uno de los hombres más ricos de Holanda, un magnate de la industria química.
EL PAISAJE, UNA CREACIÓN EFÍMERA En el exterior encontramos la primera pieza que no es obra de un pintor o escultor sino de un jardinero, Piet Oudolf. El neerlandés ha creado un jardín que rodea al edificio con plantas y flores caducas. Se dejarán morir, manteniéndose durante el año a modo de instalación. Y solo en la siguiente primavera será remplazado por otro, con otro diseño y otra composición. Tras pasar la puerta, el visitante se encontrará las dos primeras exposiciones temporales. Por un lado, un homenaje al artista americano Ellsworth Kelly –es la primera retrospectiva desde su fallecimiento– y, por otro, una muestra, Fullmoon, con una selección de piezas de la colección privada van Caldenborgh con obras de Ai Weiwei, Rineke Dijkstra, Tracey Emin, Damien Hirst, Anselm Kiefer, Yayoi Kusama y Henri Matisse. De forma permanente, el nuevo museo dedicará gran parte de sus salas a la exhibición de piezas de la colección como una irónica escultura-laberinto de acero de Richard Serra o una instalación de Roni Horn. De manera permanente, el nuevo museo de La Haya tiene un par de clásicos y básicos de una colección contemporánea: Skyspace, de James Turrell; la piscina –real y visitable–, del artista argentino Leandro Erlich; o unos veraneantes –hipe• rrealistas– de Ron Mueck. www.voorlinden.nl
“No solo será una aportación a los Países Bajos sino también a nivel internacional ”.
Wim Pijbes