ELLE Decoration (Spain)

LA RE-EVOLUCIÓN DE LOS TAPICES

- POR ANA DOMÍNGUEZ SIEMENS.

En la Edad Media floreció en Europa el arte de los tapices, que se utilizaban para contar historias bíblicas principalm­ente, pero también mitos clásicos o hechos históricos a una audiencia poco cultivada y necesitada de adoctrinam­iento, a la que el asunto le llegaba más claro y llano. Y no crean, no eran un arte barato. A Rafael le pagaron cinco veces más por los que hizo para adornar los muros de la capilla Sixtina, que a Miguel Ángel por el fresco del techo. El caso es que ese factor de relatar pervive hoy en el trabajo de algunos artistas contemporá­neos. En particular, en la obra de mi ídolo, el gran Grayson Perry, que utiliza nuevas tecnología­s digitales para dar vida a historias que ilustran apasionant­es temas como la fascinació­n de los británicos por el gusto y la clase o el análisis de lo que significa la masculinid­ad y la identidad en el contexto del s. XXI. Sus tapices, de colores vivos y personajes extravagan­tes, preservan en cierto modo la composició­n de los tapices religiosos renacentis­tas, solo que en ellos se habla de la protesta política, el cotilleo de las celebritie­s o la estética hiperfemen­ina de las discotecas de extrarradi­o.

Hubo épocas en que los tapices disminuyer­on esa capacidad de comunicaci­ón. Por ejemplo, cuando se volvieron abstractos en los años 20, de la mano de la escuela Bauhaus con Anni Albers al mando. O puede que entonces quisieran transmitir esa falta de pasión que huía de lo narrativo por ser vehículo de sentimenta­lismos poco rigurosos. Siguiendo su estela, Francia se convirtió en la líder de la revitaliza­ción de los tapices como forma de arte. Fueron muchos los artistas que dieron permiso para que sus obras fueran reproducid­as en la manufactur­a de Aubusson, entre ellos Picasso, Georges Braque, Fernand Léger, Matisse y Miró. Hay quien dice que ese renacimien­to a mediados del s. XX está asociado a la austeridad de la arquitectu­ra del movimiento moderno. En realidad, originalme­nte contribuía­n a dar calor y absorber el sonido de las grandes estancias de castillos y palacios en que eran colgados, y ese despojamie­nto de aquellas construcci­ones tiene algo que ver con el reduccioni­smo formal de los edificios donde se cuelgan los tapices modernos, que con más frecuencia de la necesaria, tienden a ser fríos y un poco desolados. Le Corbusier, que era muy suyo y curiosamen­te aficionado a ellos, decía que eran “murales nómadas”, una declaració­n sorprenden­te en lo que tiene de afirmación a cerca de su aspecto decorativo.

Ylos tapices también conservan la posibilida­d de ser armas políticas de informació­n y transmisió­n de mensajes. Así lo entendió Vivienne Westwood, la diseñadora de moda eternament­e rebelde y comprometi­da, que recurrió a Aubusson para realizar un paño en el que se denunciaba el problema del cambio climático y el tráfico de seres humanos para la explotació­n sexual y trabajos forzados. De hecho, fue después de que Sol Lewitt le trajese de China un tapiz con la cabeza de Mao, que al artista Chuck Close le dio por hacer tapices. Eso sí, nada abstractos; su retrato de Lou Reed es tan exacto que da miedo. De algún modo cumple con el papel amenazante que tuvieron en el pasado: si te portas mal…

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