PIZARRA Y MADERA NATURAL, UN MIX QUE FUNCIONA
>El objetivo de colocar las piezas, muchas de ellas de gran impacto visual, determinó la arquitectura de interiores y la decoración. Tonos crudos, marrones y negros se eligieron para no rivalizar con las obras, y también toques de rojo en muebles y telas, precisamente para armonizar con ellas.
Tras una reforma, que duró 11 meses, el espacio quedó distribuido en un espléndido recibidor, un gran espacio diáfano para un salón con varios ambientes, un comedor que incluye la vinoteca y, por último, un pasillo que da acceso a los dormitorios y que ejerce ¡también! de “galería de arte”. Y con este fn, el arquitecto no dudó en restar metros a las habitaciones. Otro acierto de Álvaro de Luna fue poner paneles de cristal en sitios estratégicos, para conectar espacios y dar paso a la luz que entra por las ventanas del salón, de orientación sur. El desafío no era nada fácil, nos explica Javier Quintano: “Combinar arte con interiorismo en los espacios y, a la vez, conseguir que los disfrutara una familia, en su día a día, ha sido todo un reto”. Buena comunicación. Una puerta de dos hojas, una de madera y otra de pizarra, conectan el salón y el comedor. En este último, obra de Heimo Zobernig (Gal. Bärbel Gräslin) y una escultórica lámpara con lágrimas de Murano, de Cravt Original. Con península. Ésta resulta muy útil en una cocina con mobiliario de frentes lacados en azul y blanco, instalado por Art d. Cook.
En el comedor todas las miradas son para la escultura en porcelana de Limoges de la artista María Rubinke, aupada en un aparador diseñado por Javier Quintano, también autor de la mesa de roble. En ella, bolas que representan los pecados capitales, de Ivorypress. En la pared, obra de Helmut Dorner (Gal. Heinrich Ehrhardt).