ELLE Decoration (Spain)

Curvas de Le Corbusier para un edificio firmado por el arquitecto Dirk Engelen, en Amberes, que le ha devuelto sus orígenes modernista­s.

Las formas puras de Le Corbusier guiaron al arquitecto Dirk Engelen a la hora de devolver a la vida a Villa Kaplansky, en Amberes, un ejemplo de la Bauhaus de los 30´s, en estado crítico por reformas sin sentido y que ahora vuelve a respirar en su nueva p

- FOTOS: JAN VERLINDE/ LIVING INSIDE. TEXTO: B- ARCHITECTE­N/CONCHA PIZARRO.

Como todas las buenas historias, la de esta casa tiene planteamie­nto, nudo y desenlace. Un planteamie­nto en los efervescen­tes años 30, cuando el arquitecto polaco Nachman Kaplansky cayó rendido a la Bauhaus y construyó su casa más personal; un nudo que casi la ahoga en los 50 y los 70, con unas reformas que destruyero­n su personalid­ad (¡aluminio, división en pequeñas habitacion­es, ventanas tapiadas!), y un fnal feliz a partir de 2011 con la vuelta a sus orígenes modernista­s. Para el interior, sin embargo, sus nuevos dueños apostaron por un estilo muy actual: pocos muebles, pero muy escogidos (siguiendo la regla de los estrictame­nte necesario) y capaces de comunicars­e con los volúmenes escultural­es de la casa, sin competir. “Al consultar los planos de Kaplansky, comprobamo­s que casi nada había sobrevivid­o a sus indicacion­es, excepto los antiguos radiadores de hierro negro, así que nos deshicimos de todo, incluidas las paredes, para crear un espacio diáfano de casi 600 m2 en tres plantas”, explica el arquitecto Dirk Engelen, encargado de la reforma. Ahora la casa respira, se expande y vive un idilio con la luz. Los dibujos hablaban de un pasado glorioso, un interior artdecó de líneas sinuosas y una escultural escalera en curva desapareci­da (¿quién se atrevió?). La propietari­a de la casa, la interioris­ta Olga Pérez, propuso como objetivo número uno de su whistlist que se levantara otra, de formas suaves y sinuosas, que hiciera honor a su antecesora. Y se convirtió en el centro de atracción de la casa. ¿Siguiente paso? Reabrir los grandes ventanales, de casi cinco metros de altura, que estaban parcialmen­te clausurado­s. El jardín, diseñado en origen por el gran paisajista belga Rene Latinne, y recienteme­nte por Bart & Pieter Garden Architects, entra ahora libremente en la casa, en un in-out sin fn, otro diez de la reforma.

En la primera planta, la casa gira en torno a la gran escalera, guiño a Le Corbusier, que a la vez une y separa hall, salón y comedor, y compite en protagonis­mo con la chimenea, en un reto de “mírame a mí primero”. La cocina “es el corazón de la casa, nuestra cueva, un gran lugar para centrarse en el placer de cocinar”, explica Olga Pérez. Su superficie se amplió, desplazand­o la pared (que daba la espalda al bosque que rodea la casa) y sustituyén­dola por un enorme ventanal, que ahora mira con orgullo la vegetación de fuera. “Es como cocinar en el campo”, dice la interioris­ta. El suelo de terrazo negro delimita este espacio, en claro contraste con el pálido mármol travertino del resto de la casa. La planta de arriba acoge cuatro dormitorio­s para los hijos de los propietari­os y una masterbedr­oom que se extiende por toda un ala del edifcio, siguiendo el principio de que el verdadero lujo es el espacio. Para los muebles se optó por una reunión en la cumbre de los grandes maestros del diseño de principios y mediados de siglo XX: Arne Jacobsen, Harry Bertoia, Charles & Ray Eames... El toque siglo XXI le correspond­e a las obras de arte, esculturas, cuadros y fotografía­s. En el jardín, Engelen se volvió un poco travieso y desobedeci­ó los planos originales al contruir un pequeño pabellón de 65 m2 en cemento sin pulir estilo brutalista. Puede ser un espacio para practicar yoga, una casa de invitados, un espacio para desconecta­r, con una escultural chimenea y un techo con cúpulas de cristal para sentir el exterior. Y un dato curioso: las carambolas de la vida han jugado a que Dirk Engenlen estudiara en la misma escuela de Bellas Artes de Amberes que Nachman Kaplansky, pero 80 años después. Sin duda, el espíritu del arquitecto polaco le susurraba cómo devolver su villa fetiche al estado original que le correspond­ía. “Todavía me sorprendo de que consiguier­amos recuperarl­a, y convertirl­a en una vivienda moderna y habitable”, asegura. Un Theend muy feliz.

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 ??  ?? Mininal escandinav­o. La zona de comedor prescinde de elementos superfluos, en un estudiado minimalism­o, que apuesta solo por piezas seguras. Mesa ovalada en madera y aluminio, de George Nelson, y alrededor, sillas de Charles & Ray Eames. Sobre ellas,...
Mininal escandinav­o. La zona de comedor prescinde de elementos superfluos, en un estudiado minimalism­o, que apuesta solo por piezas seguras. Mesa ovalada en madera y aluminio, de George Nelson, y alrededor, sillas de Charles & Ray Eames. Sobre ellas,...

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